El año pasado vi un documental de Documentos TV (La 2 de TVE) llamado La gran ola, que trata sobre el riesgo de tsunami en las costas del sur de España y Portugal. Es un reportaje muy recomendable si os interesa la gestión de riesgos y emergencias o la prevención ante grandes catástrofes naturales. En la entrada de hoy me gustaría reflexionar acerca la prevención de la criminalidad y la de los grandes desastres, dos campos en los que pueden -y deben- trabajar los criminólogos.
Antes de empezar voy a aclarar dos conceptos que se pueden confundir:
- Amenaza: es algo malo o dañino que puede causar un potencial (¡ojo con esto!) efecto negativo. La clave para tener claro este concepto es entender que es algo que puede transformarse en hechos reales, solo que aún no lo ha hecho. Y no tiene por qué hacerlo; simplemente está ahí, en una especie de limbo, pero no por ello se debe ignorar. Las amenazas pueden ser más o menos graves en función del daño que pueden causar si se materializan.
- Riesgo: es la probabilidad de que se materialice una amenaza y que sus efectos dañinos ya no sean algo que puede ocurrir (potencial) sino algo que ocurre (real). El riesgo se mide en función de las amenazas y las vulnerabilidades ante estas. Por ejemplo, el riesgo de tsunami (amenaza) para una casa en primera linea de playa es mayor que para una casa a 3 kilómetros de la costa. Si además, esa primera casa es una vivienda prefabricada de madera, es mucho más vulnerable que una construcción cimentada de hormigón. El nivel de riesgo no es inamovible, se puede reducir (luego hablaré sobre esto).
Total, que cuando juntamos un nivel alto de vulnerabilidad (por una serie de características o carencias) y una amenaza grave (con capacidad para ocasionar un gran daño), estamos ante un riesgo elevado de catástrofe. Esta combinación es lo que algunos llaman la tormenta perfecta. Pero ¿qué puede aportar la criminología a todo esto? Pues una cosa muy importante en la que nunca parece que se invierta lo suficiente: prevención. Y me refiero a invertir porque no es un mero gasto (otros dos conceptos que se deberían diferenciar).
Para empezar, sería un problema muy grave que la gente no supiera que la criminalidad existe y es posible (que les puede tocar). Hasta aquí bien, todos entendemos esto. Pero cuando vamos un paso más allá empezamos a encontrar reticencias: no todo el mundo entiende que hay que hacer algo para reducir las probabibilidades de que ocurran los crímenes. Como la prevención hay que hacerla antes de que ocurra una desgracia parece que a muchos les da pereza (me viene a la memoria la fábula de la cigarra y la hormiga). Pues, por increíble que parezca, y según el documental La gran ola, la ciudadanía de las costas españolas expuestas (vulnerables) desconoce que existe la posibilidad de que tenga lugar un tsunami (amenaza)*. Y eso a pesar de que hay precedentes, como el gran terremoto de Lisboa de 1755, que provocó un tsunami que asoló las costas de Huelva y Cádiz (en esta última localización se habla de una ola de 20 metros de altura).
Si, gracias a la ciencia, sabemos que ciertos fenómenos naturales son cíclicos, ¿no es lógico pensar que puede repetirse lo ocurrido en 1755? Aunque esto es una opinión personal, a mi me gusta imaginar el nivel de riesgo de tsunami en las costas españolas como el siguiente gráfico:
Aunque la manera en que se carga y descarga un condensador no tenga nada que ver con este tema, me vale para explicar que el nivel de riesgo varía con en el tiempo. Por ejemplo, en el caso de una catástrofe natural cíclica, cuanto más tiempo ha pasado desde que tuvo lugar, mayor es la probabilidad de que se repita (obviando las réplicas en horas y días posteriores a un gran terremoto, etc.). Aunque este sea un ejemplo muy simplificado de un fenómeno complejo, yo imagino el riesgo de tsunami como la carga y descarga un condensador (que, curiosamente, tiene la forma de una ola cuando se representa gráficamente): cuando el tsunami acaba de suceder el nivel de riesgo empieza a bajar en los años sucesivos pero, según pasa el tiempo (¡pueden ser siglos!), el riesgo va aumentando hasta llegar de nuevo la catástrofe.
Así que, con el riesgo la pregunta no es si ocurrirá algo o no, sino cuándo lo hará. Lo cual nos lleva a otra cuestión importante: el riesgo cero no existe. Si algo es posible quiere decir que hay una probabilidad de que ocurra, aunque sea ridícula (del 1%). Si algo no es posible la probabilidad de que ocurra es del 0%. Siempre que existe un riesgo podemos hablar de prevenirlo, aunque esa prevención debe ser proporcionada respecto al nivel de riesgo que representa una amenaza. Como los recursos son limitados, habrá que priorizar la prevención de ciertos incidentes sobre otros, pero no se debe pensar que los menos probables no pueden ocurrir. Por ejemplo, ¿cuál es la probabilidad de que caiga un meteorito como el que acabó con los dinosaurios? Seguramente es muy baja, así que es posible aunque muy poco probable. Por desgracia, vivimos en un mundo en el que si algo tiene una baja probabilidad de ocurrir se tiende a considerar imposible. Y cuando sucede nos llevamos las manos a la cabeza.
Antes he comentado que el riesgo se puede reducir, y una manera de hacerlo es a través de la prevención, o sea, estando preparados para lo que puede venir. Aquí no solo juegan en contra la carencia o limitación de recursos, sino también la tendencia a no atender ciertas cosas hasta que se tienen encima. Mucha gente no entiende la importancia de contar con criminólogos para prevenir el crimen, aun sabiendo que ocurre y seguirá ocurriendo. Sin embargo, ¿qué pensáis que respondería esa misma gente si le preguntásemos si jugaría a la ruleta rusa? Seguramente la mayoría diría que no porque, aunque la probabilidad es baja, te puede tocar… y, si eso sucede, el coste es altísimo. Pues, por motivos que desconozco, esto no se entiende igual cuando hablamos de criminalidad y de grandes catástrofes naturales.
Volviendo al caso del riesgo de tsunami en España es imposible prevenirlo cuando la gente no sabe que puede ocurrir (porque no puede o porque no quiere). Es más, a muchos de los expertos que proponen concienciación, educación y capacitación se les tilda de alarmistas. Esto también tiene que ver con la tendencia política de dedicar más atención y recursos a los problemas a corto plazo (esto lo explica Fernando Carrilho, Jefe de la división geofísica del IPMA de Lisboa, en La gran ola). Es como el juego de la patata caliente: durante las candidaturas de cuatro años los políticos se dedican a ignorar cierta amenaza y pasársela unos a otros sin saber a quién le tocará enfrentarse a ella cuando llegue.
Hay muchas teorías para explicar el hecho de que en España aún no se cuente con criminólogos para prevenir la criminalidad y otros fenómenos asociados, y me pregunto si una de ellas podría tener que ver con un factor que se tiene en cuenta a la hora de invertir, más o menos, en la prevención de las catástrofes naturales: cuánto vale la vida humana. Aunque estoy planteando una cuestión muy delicada, creo que está claro que no en todos los países vale lo mismo. Una de las cosas que se tiene en cuenta a la hora de invertir en prevención, en general, es el valor del activo o activos que se quieren proteger; no hace falta ser un experto para saber que no es lógico invertir más de lo que vale el activo en cuestión. Quiero pensar que España no es uno de esos países en los que la vida de las personas no vale lo suficiente como para hacer, aunque sea, una mínima inversión. Por desgracia, el documental de La gran ola viene a denunciar la falta de protocolos y medidas de prevención ante un posible tsunami en las costas del sur de España. Y no es el único ejemplo de abandono gubernamental.
En el caso de la criminalidad y las catástrofes naturales, sabemos que ocurren, que no desaparecen, y que hay que ocuparse de su prevención para reducir el riesgo de un incidente. Cada tipo de criminalidad tiene una tasa de incidencia y una gravedad diferente, porque algunos son más peligrosos para la integridad física y la vida que otros. Pero sería negligente atender solo lo poco grave y frecuente e ignorar lo muy grave y ocasional. Hay algunas amenazas cuyos potenciales efectos pueden ser más devastadores que los de otras y, precisamente por eso, hay que valorar lo que debe hacerse cuando se materialice (y, en el caso del tsunami, sabemos que lo hará). Obviamente, no se puede pretender actuar en el mismo momento en el que una amenaza pasa a ser un fenómeno real, sino que hay que adelantarse, ¡hay que prevenir!
Hasta aquí las malas noticias. Y ahora, algunas cosas que podemos aportar los criminólogos para reducir el riesgo de criminalidad y sus efectos:
- Planes de prevención desde múltiples estrategias y para múltiples incidentes.
- Concienciación y capacitación para población general, gestores formales, profesionales y grupos de víctimas especialmente vulnerables.
- Estudios previos y posteriores para determinar si la aplicación de ciertas medidas es efectiva o contraproducente.
- Apoyo a otros profesionales como asesores, consultores o como parte de equipos técnicos multidisciplinares.
- Asistencia a víctimas y profesionales que tratan con ellas para evitar la victimización secundaria.
- Asistencia a agresores para evitar la victimización terciaria y reducir el riesgo de reincidencia.
Además, creo que sería muy positivo que se contase con criminólogos para diseñar planes de prevención ante catástrofes naturales; por ejemplo, podríamos aportar:
- Conocimientos sobre control social de la criminalidad en situaciones excepcionales (incluyendo efectos provocados por el miedo al delito).
- Medidas para reforzar la seguridad de los planes de evacuación de la población.
- Campañas de sensibilización ciudadana para fomentar cierto orden y cooperación en situaciones de alto riesgo (civismo para evitar aglomeraciones, desplazamientos innecesarios, desabastecimiento, conductas de riesgo, alteraciones del orden público, conflictos interpersonales o colectivos, etc.).
¡Por cierto! Me sorprendí muy gratamente al ver que, en el documental de La gran ola, aparece una Licenciada en Criminología que también es Doctora en Geología Ambiental (Margarita Zango), que está haciendo aportaciones ante el riesgo sísmico y de tsunami de varios municipios andaluces.
Se me quedan muchas cosas en el tintero, pero creo que esta entrada ya es lo bastante larga y aún me faltan las conclusiones… En primer lugar, creo que los criminólogos tenemos el deber (deontológico y profesional) de ofrecer información acerca de los riesgos con los que convive la población día a día. Esto incluye a los gestores formales (gobernantes), porque ellos son los que tienen la capacidad de regular nuestra profesión y/o tener en cuenta nuestras aportaciones. No creo que la mayoría de ellos se niegue sin más a contar con criminólogos, sino que lo que hacen lo hacen por ignorancia. En este aspecto creo que, como colectivo, tenemos por delante una intensa labor de credibilización de las amenazas y riesgos a los que estamos expuestos como sociedad.
Por otro lado, tengo la nefasta sensación de que no nos quedará otra que ser meros testigos de muchas desgracias porque no se contará con nosotros a tiempo. Esta visión puede parecer muy negativa, ya lo sé, pero solo estoy extrapolando lo que ya les sucede a otros colectivos profesionales con la crisis del coronavirus. Pero ser realista no está reñido con seguir teniendo esperanza, y por eso os animo a darle un repaso a vuestros conocimientos criminológicos, a refrescarlos, y a adaptarlos, en la medida de lo posible, a todo lo que tenga que ver con la prevención criminal desde el punto de vista de la gestión de riesgos y amenazas.
Ya lo he dicho varias veces en este blog y lo seguiré diciendo: va a llegar el día en que se cuente con nosotros, solo que no sabemos cuándo será. ¿Véis? Ocurre lo mismo que con un tsunami, así que ¿estaréis preparados para cuando eso ocurra? Prediquemos con el ejemplo y empecemos por hacer lo posible para evitar que ese momento nos pille desprevenidos. Sigamos estudiando (aunque sea de manera autodidacta), leyendo, informándonos, debatiendo… haciendo lo que esté en nuestras manos para ser mejores profesionales cuando podamos acceder a plazas para criminólogos, donde y cuando quiera que vayan a aparecer.
Hasta la próxima entrada.
*EDITO el 21 de abril de 2020: ¡Buenas noticias! Según esta noticia publicada el 1 de marzo de 2020, Cádiz ya estaría trabajando en un plan de emergencia para tsunamis. Y según esta otra noticia, publicada el 21 de febrero de 2020, Huelva también estaría preparándose.
Estimada Carlota, muy interesante tu análisis de la situación actual, en cuanto a la falta de inversión en planes de prevención de riesgos, ya que no deja de ser un intangible a la hora de proponerlo.
Me pasa a diario en mi profesión, y llego a la conclusión, que sólo lograremos el objetivo propuesto, mediante la constante evangelización de los que toman las decisiones.
Muchas gracias por tu comentario, Fabio. Como bien dices, el objetivo son los que toman las decisiones; una labor más que añadir a nuestras metas profesionales. ¡Ánimo y saludos!