Hoy me he levantado con una contractura y ando tiesa en la silla, pero con la ayuda de una bolsa de agua caliente, me quiero animar a compartir un artículo de reflexión sobre el valor del criminólogo como profesional (porque estar baldado da para pensar mucho).
¿Cómo se puede medir el valor profesional? ¿»Cuánto vale» un criminólogo? ¿En qué fallamos a la hora de »hacernos valer»? Intentemos responder a estas cuestiones analizando el plantel actual de la Criminología aplicada en España.
Lo primero que me gustaría señalar es que no hay una única forma de medir esas cosas, básicamente porque son inmensurables, es decir que son difíciles o imposibles de medir por su naturaleza, que puede llegar a ser todo lo extensa que queramos (al contrario de lo que ocurre con un objeto tangible).
Hay personas que miden el valor de un profesional por lo que cobra, otras por lo que puede llegar a hacer o su potencial, otras por sus conocimientos, otras por su buen hacer o su pericia, otras por sus experiencia… El valor de un profesional es a menudo subjetivo y multifactorial, pero para delimitar esto voy a hacer un pequeño listado, desde mi punto de vista, tocando los puntos que considero más importantes:
- Los conocimientos: Pues sí, hay que saber cómo se hacen algunas cosas antes de hacerlas, pero no es necesario ser una enciclopedia andante, ojo; personalmente valoro más el hecho de que una persona conozca la forma de aprender más o de reciclarse, que el hecho de que tenga medio ‘Manual de Criminología’ memorizado.
- La competencia: Aunque esto puede implicar muchas cosas, yo lo relaciono con aquellas personas que se esfuerzan por hacer bien las cosas dentro de su profesión. En el caso de la Criminología cuando no se sabe de todo, y por falta de experiencia se cometen errores, valoro que una persona se preocupe por conocer la dentología criminológica, y se esmere en hacer bien las cosas aunque no sepa. La actitud puede llegar a ser más importante que los resultados.
- La experiencia: De lo más valorable, y no, no es necesario haber trabajado en Google ni en 5.000 empresas para considerar que alguien tiene experiencia. Una variedad de experiencias trabajando en diferentes lugares es deseable porque te puede decir que la persona es adaptable, o que ha sabido desenvolverse haciendo cosas diferentes… En Criminología, todos sabemos lo complicado que es encontrar trabajo por cuenta ajena, pero no hay escusa para no tener experiencia si uno desarrolla proyectos personales para ganarla. Siempre será mejor eso que el que se queda esperando a que le contraten, viendo pasar los años.
Vale, vale, Carlota, pero ¿qué pasa con el sueldo? ¿No vale más un profesional que cobra mucho? Pues no necesariamente, porque hay personas que aportan mas bien poco a la sociedad e incluso a su empresa, con sueldos estratosféricos, y personas que aportan mucho a una corporación y cuyo trabajo es imprescindible para su funcionamiento, a la que se desprecia o no se valora económicamente como merece. El valor de un profesional no puede medirse únicamente por lo que cobra; esto me parece ridículo y bastante sesgado, porque lo importante es ¿qué está aportando esa persona realmente con su trabajo?, o bien, ¿funcionaría todo igual o mejor si cesara en su actividad?
Hablando de la Criminología, todavía encuentro mucha gente que sigue pensando que por el simple hecho de haberse sacado una carrera poco común de ejercer (aunque tiene una gran demanda en las universidades), ya le van a llamar, que solo tiene que presentarse como criminólogo y esperar a que le contraten. Pues, ¡sorpresa!: esto no es así. La ‘rareza’ de nuestra profesión no nos convierte automáticamente en profesionales altamente demandados.
La siguiente cita de ‘Walden’ de Henry David Thoreau, puede servir a modo de ejemplo:
Hace poco tiempo, un indio itinerante fue a vender cestas a casa de un conocido abogado de mi vecindad. «¿Quiere comprar cestas?» , le preguntó. «No, no queremos ninguna» , fue la réplica. «¡Cómo!» , exclamó el indio mientras salía por la puerta, «¿quiere que nos muramos de hambre?» . Habiendo visto que a sus laboriosos vecinos blancos les iba tan bien, que el abogado sólo tenía que tejer argumentos y que por cierta magia le seguía la riqueza y reputación, se había dicho a sí mismo: me dedicaré a los negocios, tejeré cestas; es algo que puedo hacer. Pensó que cuando hubiera hecho las cestas habría cumplido su parte y luego la del hombre blanco sería comprarlas. No se dio cuenta de que era necesario convencer a los demás de que valía la pena comprarlas, o al menos hacer creer al otro que así era, o hacer algo más por lo que valiera la pena comprarlas.
Voy a seguir usando este ejemplo para internarnos en la búsqueda de una respuesta a la pregunta de cuánto vale un criminólogo.
Imaginemos a una persona con la carrera de Criminología -que quiere trabajar de lo suyo-, con conocimientos o con capacidad para renovarlos y ganar otros rápidamente (buena capacidad de aprendizaje), competente (meticulosa, que se esmera en hacer las cosas bien aún cuando no sepa muy buen cómo se hacen), y… ya. Esta persona decide ‘tejer cestas’ porque ve como a otros les funciona, y se frustra al encontrar puerta tras puerta cerrada… ¿Qué está haciendo mal? Su trabajo no tiene valor, porque no hay ninguna muestra de cómo trabaja. Y con esto no me refiero a un contrato, ni a experiencia profesional en la mejor empresa del mundo. Me refiero a la proactividad, y a la perseverancia, hechos que pueden demostrarse de forma totalmente independiente, sin el permiso de nadie (me falta gritar «¡y gratis!», pero en realidad implican tiempo). El simple hecho de ofrecer servicios como criminólogo no garantiza nada. ¿Por qué deberían contratarnos? Esa es la pregunta que hay que responder.
Al abogado del ejemplo seguramente no le vaya bien por magia, y si tiene cierta reputación, será porque algo ha hecho para ganársela… la experiencia profesional puede brindar la oportunidad de ganar reputación y estar bien considerado, pero no es la única vía, porque como he comentado antes, siendo proactivo (no esperando a que nadie venga a enseñarte ni contratarte), y perseverante (no abandonando fácilmente porque no obtienes el resultado que persigues), se demuestran características que los reclutadores/clientes valoran, y que no abundan tanto como creemos.
Ahora me llamaréis loca, pero creo que un buen criminólogo, lo es independientemente de que le contraten en Google, o que se forre haciendo periciales; sencillamente porque a lo largo de los años he conocido criminólogos/peritos/detectives (¡hola, compañeros!) que hacen unos trabajos nefastos, cobrando un pastizal por ellos, y dejando un reguero de clientes cabreados a su paso. En serio, no os saltéis las clases de Deontología.
Mucha gente piensa que el gran escollo de la Criminología aplicada en España es la falta de experiencia entre los egresados, porque nadie les da la oportunidad de ganarla… Fijaos en esa frase, ‘no les han dado la oportunidad‘. La que fuera mi profesora de Criminología, Beatriz de Vicente, de la que he aprendido mucho tanto dentro como fuera de las aulas, me dijo una vez una frase que me impactó profundamente: «un criminólogo no es un criminólogo porque le dejen serlo«. No necesitamos el permiso de la gente para ganar experiencia, ni para hacer Criminología. Se puede investigar, y poner en práctica un montón de conocimientos adquiridos en la universidad, sin salir de casa, y sin tener un sueldo. Evidentemente esto implica sacrificio (¡qué miedo le da a muchas personas esa palabra!): tiempo, esfuerzo, y renunciar a ratos de ocio en pos de aprender y ganar cualidades que:
- nos hagan destacar por encima de la mayoría y sean valoradas por futuros reclutadores/clientes,
- nos permitan avanzar y no estancarnos,
- y valgan para mostrar cómo trabajamos (proyectos personales, publicaciones, investigaciones…)
Un buen criminólogo debe moverse, debe mantenerse activo, debe seguir estudiando, ser autodidacta, enfrentarse al miedo de no saber, no quedarse esperando, no permitir que nadie le de permiso para hacer algo, no dejar pasar años sin renovarse/reciclarse, conocer todo tipo de criminólogos (incluso a los que tienen opiniones opuestas), tener referentes (¡de mayor quiero ser como Rossmo!), no tener miedo a trabajar ‘a fondo perdido’ (porque no lo es), y sobretodo debe valorarse por su capacidad para crecer y convertirse en el profesional que él mismo contrataría. Podéis estar en pijama en casa (¡hola, pijameros!), y hacer todo esto y más.
He pasado por muchas de las fases que comento en este texto, y aunque esto es opinión personal, creo que en España la Criminología aplicada está fallando a la hora de hacerse valer porque los criminólogos somos los primeros que no nos respetamos como profesionales, no nos creemos que podamos aportar nada, no nos sentimos preparados, todo se nos hace un mundo, salir ‘ahí fuera’ nos da mucho miedo, la idea del rechazo se hace insoportable: nunca es suficiente, nunca es el momento.
Que haya puesto una imagen de Daenerys Targaryen en ‘Juego de Tronos’ para ilustrar este artículo no es casualidad (sin spoilers, lo prometo): si esperáis a tener unas condiciones ideales para hacer Criminología en cualquiera de sus formas… nunca llegarán. A veces hay que actuar sin estar totalmente preparado, con incertidumbre y con miedo. El momento ideal no existe, y las condiciones favorables pueden no llegar nunca. El mejor momento para ser un buen criminólogo es YA, es AHORA, aunque estés en un mal momento, aunque las cosas no te vayan bien ni laboral ni personalmente. Yo soy muy reservada con temas personales, pero si contara cómo fue el día que decidí emprender, y qué momento personal, laboral, y familiar vivía, creo que la gente fliparía pepinos.
Fue esa locura la que me ha traído hasta aquí, la que hace que cada vez valga más como profesional, la que me hace moverme aunque no sepa lo que va a pasar, la que me ha hecho ganar una seguridad muy necesaria, la que me ha hecho acumular una experiencia que nadie podría haberme ofrecido. Solo me arrepiento de no haberlo hecho antes.
Por todo ello, si queremos dejar de fallar a la hora de hacernos valer, debemos demostrarnos a nosotros mismos qué podemos hacer de forma independiente. ¡Haz algo que no te puedas creer cuando lo termines! Sácate un proyecto personal de la manga, idea una investigación que puedas llevar a cabo, escribe sobre cosas que hayas aprendido bien, publica un libro experimental, ¡no importa el qué, importa el cómo! Intenta ser original, salte de lo convencional, haz algo que te encante y que te resulte divertido, porque aprenderás muchas cosas casi sin darte cuenta, y no está reñido con la competencia profesional.
El largo recorrido por hacerse valer empieza por uno mismo; si no te lo crees ni tu, ¿a dónde crees que vas a llegar? La confianza y la vocación de un criminólogo son cualidades que pueden llevarte lejos, y que otras personas notarán enseguida. ‘Tejer’ la Criminología no basta, y la mejor manera de convencer a otros de su utilidad profesional es enseñarles un ejemplo de lo que se puede hacer con ella, o de cómo la utilizas.
Nos vemos en una próxima entrada, pero antes os dejo un trabajo criminológico cuya lectura es totalmente recomendable (de los compañeros de la Universidad Europea): El escuadrón suicida de la criminología: Innovación etnográfica en contextos de ocio nocturno. Casos Magaluf y “raves”.