Hay algunas casualidades de la vida que hacen que te obsesiones con un número. En mi caso, mi nombre y apellidos tienen 7 letras, tengo varias fechas señaladas que contienen un 7, un familiar al que me parezco mucho falleció el 7/7/77, he vivido en varios sitios relacionados con el 7… en fin. Y, como no podía ser de otro modo, quería escribir algo sobre los años que llevo ejerciendo la criminología y resulta que son 7. Así que aquí va una entrada distendida sobre mi experiencia durante esta etapa, y las cosas que han hecho que me vaya alejando, poco a poco, de ciertas actividades, para acercarme a lo que realmente quería hacer: ejercer la criminología por libre.
Empezar a ejercer la criminología
No podía faltar la referencia friki para esta entrada, y lo que más se parece a mi viaje como criminóloga estos últimos 7 años, es el viaje inesperado de El hobbit. Antes de empezar en mi ejercicio profesional, efectivamente, tuve que salir de un agujero; un sitio cómodo y conocido en el que quieres quedarte para siempre porque ahí te sientes seguro y confortable. Todo lo que hay fuera da demasiado miedo, porque sabes que vas a encontrar rechazo y muchas dificultades. Por suerte o desgracia, es el único camino que hay: si no pasas por el proceso de enfrentarte a esos miedos y aprender a convivir con ellos, nadie vendrá a llamar a tu puerta (cosa que sí puede ocurrir en un relato de fantasía).
Ese primer paso es realmente complicado porque, normalmente, eres tu mayor antagonista; se suceden las ideas de autoboicot, hay que superar las excusas que te pones y tienes que dejar de ver al enemigo en todas partes menos en ti mismo. Lo que yo hice fue, simplemente, actuar de manera mecánica marcándome objetivos mientras ignoraba al máximo los obstáculos; esto incluye comentarios de personas, a veces muy cercanas, que te desaniman o te dicen que lo que pretendes es una locura. Todos esos obstáculos como el miedo, la inseguridad, los «motivos» para abandonar… llega un momento en el que se van quedando atrás porque ya no tienen el mismo efecto que cuando no te habías enfrentado a ellos. Durante estos 7 años he aprendido a integrarlos en mi vida de tal manera que apenas tengan efecto sobre mis decisiones e iniciativas.
¿Miedo a ejercer la criminología?
La mayor parte de los correos electrónicos que recibo por parte de personas que quieren ejercer la criminología, están plagados de miedos e inseguridades que les están anclando al inmovilismo. Así que trato de exponerles esas dificultades de tal forma que sepan que es necesario pasar por ellas, porque ese bloqueo es, a mi parecer, el principal enemigo del ejercicio de la criminología, pese a los muchos detractores que esta profesión pueda tener. En estos 7 años jamás me he librado del miedo, solo he aprendido a gestionarlo, y es que los recién egresados deben comprender que no hay un momento en que pasen a ser criminólogos por dejar de tener miedo. Un criminólogo puede tener la suerte de ejercer la profesión, y ser muy bueno en su trabajo, sin dejar de sentir miedo ante cada nuevo proyecto. Obviamente ganas conocimientos, saber hacer, experiencias que te hacen mejor profesional cada año, y todo esto te da seguridad, pero no considero que el miedo desaparezca por completo. Esto también es importante para seguir siendo atento y cuidadoso, para tener los pies en la tierra y para no cometer ciertos errores.
Errores y las dificultades ejerciendo la criminología
Otra cosa que he aprendido es a considerar los errores como lecciones. Esto depende mucho de la actitud de cada uno. Hay personas que no aprenden nunca porque se niegan a reconocer sus errores y a verlos como una oportunidad para mejorar. He cometido muchos errores en estos 7 años, pero ha sido mi actitud hacia ellos lo que me ha permitido obtener un aprendizaje vital y profesional de los mismos. Así que creo que el error es el mejor maestro; no es un mago pero también puede obrar maravillas.
Hay una convicción que he tenido la suerte de tener desde mis inicios como criminóloga: que se puede aprender de todo el mundo. Esto me ha permitido escuchar a todas las personas con las que me he cruzado en estos 7 años, con la mente abierta y sin juzgar. Eso no quiere decir que no reflexiones sobre la información que te dan, que no difieras o que no la pongas en duda (de hecho, creo que es fundamental hacerlo). Esto te permite aprender lo máximo de todo el mundo, incluso de las personas más inesperadas. En estos años he tenido momentos de éxito profesional remarcables y he alcanzado metas que me había propuesto hace años, pero la euforia que esto provoca no me ha impedido seguir teniendo en cuenta a personas que se sienten insignificantes. Sé de primera mano que, en la criminología, las personas más pequeñas pueden lograr cosas grandes. Lo importante es no infravalorar a los demás o creerse superior solo por ejercer la profesión; eso no te hace más grande, solo indica que un día iniciaste un viaje y has llegado a un puerto. Quién sabe el tiempo que permanecerás en él o las escalas que tienes por delante.
Lo no tan bonito de ejercer la criminología
Hablando de puertos… Estos 7 años me han permitido también lidiar con la pérdida y el sacrificio: sé lo que es llegar a un puerto muy deseado y tener que abandonarlo por decisión propia. Sé lo que es construir un puerto con tus propias manos y verlo derrumbarse sin poder evitarlo. Sé lo que es atracar acompañado y tener que partir en solitario, dejando atrás todo lo que conoces. En 2015 co-fundé un despacho de criminología con otros compañeros. De él me llevé experiencias inolvidables y mucho aprendizaje (o sea, muchos errores), y también conocí a Julio Prada, al que sigo considerando como uno de mis mejores compañeros a la par que maestro inigualable. Por «desgracia» (lo pongo entrecomillado porque, en realidad, fue una gran suerte) decidí marcharme en 2018. Me sentía anclada a un proyecto que ya no me ilusionaba como al principio, en el que había descubierto cosas que no me gustan del ejercicio de la criminología (¡sí, existen!), y decidí apostar por lo que de verdad quería hacer, que era especializarme y enfocar mi carrera a la prevención criminal. En el momento en que escribo estas lineas, estoy al 90% de completar mi formación como CPTED Practitioner en uno de los observatorios de la criminalidad más prestigiosos de EEUU.
Y es que el sacrificio de marcharme de la empresa me hizo «resurgir de las cenizas», y empezar de cero otra vez con un proyecto que dura hasta el día de hoy y parece tener una buena proyección de futuro. Ya he realizado varios proyectos grandes de CPTED y me dedico exclusivamente a ello desde 2021 (por eso dicha formación es una inversión más que razonable en mi caso). En definitiva, estos 7 años me han enseñado que puedes encontrar algo maravilloso estando perdido y que, a veces, el sacrificio es la única vía para avanzar.
Esperanzas en el futuro de la criminología
Estos años también me trajeron esperanza para el futuro de la profesión con la creación del Colegio Profesional de la Criminología de la Comunidad de Madrid. Creo que siempre recordaré cómo me sentí el día que se aprobó en la Asamblea de Madrid. Me senté sola en las tribunas del hemiciclo, que estaban casi vacías, y aparté de mi mente todas las distracciones para atesorar ese momento para siempre. La votación fue muy rápida, pero yo tardé horas en asimilarlo. Desde entonces he estado colegiada y esto me ha dado la oportunidad de estar en contacto con viejos compañeros y de conocer a nuevos. No ha sido hasta este año que me he animado a colaborar más activamente en el Colegio y que he entrado en uno de sus grupos de trabajo, y esto tiene que ver con el tiempo.
Ser productivo
El tiempo y la productividad son dos aspectos que todavía estoy aprendiendo a gestionar, y creo que será una tarea ardua. En mi caso, he abierto muchos proyectos personales desde 2015, algunos de los cuales se convirtieron en profesionales o tuvieron relevancia curricular. De unos proyectos saltas a otros y no te das cuenta de que estás a mil cosas y cierras muy pocas, lo cual te dificulta centrarte y priorizar. Así que, a finales del año pasado me obligué a revisar todo lo que tenía abierto (incluyendo este blog) para elegir solo unos pocos proyectos en los que seguir trabajando en mi tiempo libre. ¡El problema es que necesito ese tiempo libre para desconectar! Esta es, hoy por hoy, mi principal tarea pendiente, de ahí que publique cada vez menos a menudo por aquí o que pase temporadas cada vez más largas sin atender mis redes sociales. Poco a poco, voy aceptando que debo concentrar casi todos mis recursos en disfrutar de mi trabajo y que, fuera de ese tiempo, me dedicaré a otros menesteres solo cuando tenga la suficiente motivación y energía para hacerlo. Esto puede parecer lógico, pero cuando pasas varios años azuzándote para lograr algo tan difícil como es ejercer de criminólogo, es complicado saber cuándo parar; sigues con una especie de inercia que te puede llegar a agotar, al punto de afectarte a la salud.
Convertirse en CPTED practitioner
Así que, ¿dónde estoy metida? ¿que he estado haciendo? Tengo la suerte de poder dedicarme a desarrollar planes CPTED y a la asesoría en esta forma de prevención criminal, trabajo que compagino con la redacción de contenido formativo cuando me da la vida. Dejé aparcada, por el momento, la confección de otros informes criminológicos (como los de revisión de casos) y periciales varias, ya que ahora hago lo que más me gusta y sentí que tenía que centrarme en una sola cosa.
Dedicar tiempo libre a la criminología
En mi tiempo libre también dejé de escribir… y volví a leer. Tengo un libro de criminología a medio escribir desde 2018-2019, y pendiente de ponerme con otro volumen de «Guías CrimiPerito«, pero se me han presentado otras oportunidades para publicar desde 2020 y he decidido dejar reposar esos escritos. Puede que nunca los publique, pero es algo a lo que me arriesgaré de buena gana. Ahora tengo más tiempo para preparar algunas charlas, formación online, etc., así que no será contenido tirado a la basura. Dediqué mucho tiempo a leer únicamente sobre criminología, pero me di cuenta de que, al no tener más tiempo para la lectura, me estaba perdiendo otros tipos de divulgación, muchos temas que me interesan aunque «no valgan para nada» y la ficción… ¡Llevaba sin leer novelas casi desde 2018! Por fin descubrí a Asimov y ahora procuro leer solo dos libros a la vez (ahora estoy con «Cita con Rama», de Arthur C. Clarke y con «La sabiduría de los estoicos: selecciones de Séneca, Epicteto y Marco Aurelio»). Cuando leo un manual de criminología o algo similar, me tomo mi tiempo, hago anotaciones, pongo post-it para marcar información sobre la que volver más adelante, pienso sobre lo que he leído y lo dejo reposar. Una vez dejada atrás la presión de estudiar como si no hubiese un mañana tengo más momentos para reflexionar con calma lo que leo, y esto me permite asimilarlo mejor y también me inspira nuevas ideas.
Más proyectos criminológicos
Las ideas y la creatividad también han sido un problema los últimos años, porque solía tener más ideas de las que podía llevar a cabo (lo cual es agotador cuando no dejas de darles vueltas) o a sentirme más creativa en otros aspectos de mi vida. Así que nada me parecía lo suficientemente bueno como para sentarme a escribir sobre ello o, simplemente, no tenía ganas de llevarlo a cabo. Intenté crear contenido de otro tipo, como vídeos de Youtube o podcasts (tengo que seguir con la serie de Criminología en Canadá, ¡lo sé!), pero es bastante incompatible con el estilo de vida que quiero llevar. En 2020 escribí un montón de guiones que se han quedado en libretas y, francamente, no sé si algún día saldrán de ahí. Otra cosa es que lo hagan en un formato diferente.
Conclusión
En resumen, el viaje hasta convertirme en la criminóloga que imaginaba en 2014-2015 ha estado lleno de cosas inesperadas y eso es lo que lo hace tan valioso. Independientemente del resultado actual, siento que he crecido mucho como persona y como profesional; me cuesta diferenciar ambas facetas porque las tengo muy unidas. Al final resulta que soy una idealista sin remedio y que he querido hacer lo que me ha dado la gana, como me ha dado la gana; todo a mi manera. Supongo que la cabezonería puede tener un lado bueno… No siento en absoluto que ya sea una experta en algo, ni es mi objetivo. Tampoco siento que haya llegado al final del camino, porque en la lejanía vislumbro otras etapas a las que puedo llegar (eso sí, con más calma). Lo único que quiero ahora es afianzar lo que hago, quedarme todo el tiempo que pueda en este puerto tan bonito que he construido y que me sirve para reponerme de todas las tempestades y travesías que me han traído aquí.
¡Hasta la próxima entrada!