Hoy quiero compartir una visión criminológica de la okupación en España, un fenómeno sobre el que resulta complicado informarse de manera objetiva. Yo no tengo todos los datos al respecto (¡ya me gustaría!), pero mi labor profesional requiere tratar tangencialmente este problema, así que puedo aportar lo que observo a menudo o los datos que me aportan las valoraciones de riesgo que realizo en proyectos de CPTED (prevención criminal a través del diseño ambiental).
Es inevitable hablar de vivienda y prevención de la criminalidad sin pensar en la intrusión, que puede ser para perpetrar robos pero también para okupar inmuebles. Así que una de las cosas que hago es buscar datos en los que poder basar análsis de riesgos de intrusión por robo y por okupación. Sin esos datos no podría justificar las medidas que propongo desde la CPTED, algo que es fundamental. Cada informe nuevo que realizo me da la oportunidad de «sumergirme» en una zona diferente y analizar las cifras de criminalidad de un distrito o barrio concreto. Esto ya tiene su dificultad per se, pero cuando llega el momento de aportar una visión criminológica de la okupación los datos oficiales no bastan; hay que contactar con vecinos, asociaciones de barrio, rebuscar en hemerotecas, prensa, foros y redes sociales… Y he descubierto algunas cosas interesantes durante los últimos tres años.
El perfil del okupa
Una de las cosas que he tenido la ocasión de comprobar de primera mano, es que el perfil del okupa está cambiado… ¿O quizá este cambio ya viene de lejos pero no lo hemos visto venir? Me explico. Sobre el perfil del okupa (o sea, el okupa medio, el tipo más habitual) existe un estereotipo muy concreto: varón, jóven, con aspecto de hippy (o, como se dice desde hace años, «perroflauta«), sin trabajo (o gran inestabilidad laboral) o de renta baja, de ideología de izquierdas, comunmente derivada del comunismo y el anarquismo (así es como se autodenominan algunos). Lo malo que tienen los estereotipos es que son un fenómeno colectivo casi inamovible, muy complicado de cambiar. Y ¿qué sucede cuando el perfil de cierto tipo de criminal cambia con el paso del tiempo? Pues que la sociedad sigue pensando que ese delito sigue asociado a cierto tipo de persona, cuando la realidad es otra. Esto supone un problema a la hora de desmitificar y concienciar en materia de prevención criminal.
Los proyectos de CPTED que he realizado durante los últimos 3 años desmontan por completo este perfil estereotipado del okupa. Lo cual no quiere decir que siga operando en ciertas zonas, porque el componente situacional tiene mucha importancia en este fenómeno. Lo que me estoy encontrando son inquiokupas, es decir, okupas que no se sirven de la intrusión para acceder a los inmuebles objetivo, sino que se hacen pasar por interesados en alquilar y, una vez se convierten en inquilinos, dejan de pagar las mensualidades.
El perfil del inquiokupa
El perfil del inquiokupa es totalmente diferente del okupa estereotipado que comentaba antes: varón, de mediana edad, con aspecto muy cuidado, empresario o con buena posición económica y estabilidad laboral, sin una ideología concreta asociada. Estos individuos suelen mimetizarse perfectamente con el ambiente del barrio en el que okupan, procurando presentar una apariencia muy parecida o incluso algo superior a la de sus vecinos. Así es como se reviste de «normalidad», o incluso parece un poco mejor que la media, que no suele ser más que una estrategia para aparentar ser un candidato al alquiler más interesante que el resto. Estos sujetos tienen a veces una amplia versatilidad criminal porque pueden dedicarse a otro tipo de actividades ilícitas además de la inquiokupación, y pueden tener carreras criminales considerables en lo que a okupación se refiere (es decir, son reincidentes o multireincidentes).
Así pues, desde una visión criminológica de la okupación podemos establecer la siguiente clasificación:
- Okupa: utiliza la intrusión para conseguir su objetivo, que suelen ser, preferentemente, una vivienda abandonada o con muy bajo nivel de seguridad (tanto formal como informal).
- Inquiokupa: utiliza la falsedad (encanto personal superficial, buen aspecto, ostentación…) para ser elegido como inquilino del inmueble en el que está interesado. Sus características tienen una doble función: camelar al propietario o encargado del alquiler y eliminar competencia (otros inquilinos potenciales).
La motivación de la okupación
Los retos que tenemos por delante, incluso desde el punto de vista criminológico, frente al fenómeno de la okupación son considerables. En primer lugar porque, por ahora, no tenemos una legislación que ayude a mitigar o reducir este problema. Pero como aquí lo que nos ocupa es aportar una visión criminológica de la okupación, vamos a dejar el derecho a un lado y pasemos a analizar la motivación de la okupación, que es algo que nos tiene que importar más para abordarla.
Tanto el okupa como el inquiokupa quieren, en esencia, lo mismo: disponer de una vivienda sin pagar por ella. Esto es evidente desde la superficie, pero hay algunas sutilezas en las que conviene profundizar. Dependiendo del tipo de okupa, a veces existe una motivación general y una o varias motivaciones concretas, que son propias del individuo. Así que podemos hablar de la motivación colectiva, generalizada del fenómeno, o de la motivación personal, concreta, del individuo. Esto es complicado de estudiar desde el punto de vista criminológico, porque para eso tendríamos que hacer un análisis pormenorizado de cada caso, pero resulta que, en los últimos 3 años, he hablado con algunas personas que me han brindado información muy interesante a este respecto.
Hay inquiokupas que, como ya he comentado antes, llevan esta actividad en paralelo con otras actividades ilegales, así que el sitio donde viven es muy importante para ellos. Esa delincuencia paralela puede verse facilitada por una vivienda con determinadas características como buenas medidas de seguridad, localización estratégica, alto estatus social del vecindario… En definitiva, hay inquiokupas que no okupan necesariamente porque su motivación prioritaria sea vivir donde quieran sin pagar alquiler, sino porque con dicha okupación benefician sus otras actividades delincuenciales.
La peligrosidad de la okupación
Cuando hablamos de peligrosidad criminal nos podemos referir a la de un individuo (o grupo de individuos) tanto desde el punto de vista externo (reviste una peligrosidad baja, media o alta hacia los demás) como desde el punto de vista interno (reviste una peligrosidad baja, media o alta para sí mismo). No me voy a explayar sobre esto porque aquí hablaremos de la peligrosidad de la okupación en sí, de la actividad, lo cual, de entrada, requiere hablar en términos de valoración de riesgo en lugar de peligrosidad. Valorar el riesgo de okupación de un proyecto depende de muchos factores, como la localización, orientación, tipo de vallado perimetral, tipo de vivienda, cercanía con generadores de actividad (que puede ser deseada o no, e incluso criminal), características de diseño, medidas de seguridad formal e informal implementadas… En fin, que excede con creces lo que quiero exponer en este artículo.
Lo que sí puedo decir es que no tener un perfil de okupa definido por barrios o distritos, es un problema. No tener un perfil de okupa actualizado teniendo en cuenta las tendencias de la inquiokupación es otro problema. Y no tener datos a nivel nacional sobre las zonas más afectadas y por qué tipo de okupas, es un problema aún mayor. Estos problemas afectan a la actividad criminológica, tanto a nivel de estudios, investigaciones y trabajos académicos como a nivel de actividad laboral, aunque son solventables en gran medida si uno se aplica y utiliza buenas metodologías de recogida de datos (en la variedad está el gusto) y de análisis e interpretación de los mismos. Ahora bien, social y políticamente es un problema que haya tantas personas negando que la okupación sea cierta, sea un problema a gran escala o sea un problema que pueda afectar a propietarios con relativa facilidad. No pretento ponerme dramática, porque hay otro sector de la población empeñado en magnificar la okupación y esgrimirla como argumento para meter miedo o ganar audiencia. Lo cierto es que no he visto ningún estudio riguroso y neutral hasta la fecha. El tiempo dirá.
El impacto de la inquiokupación
Hace cosa de un año hablé con una persona que trabaja para una aseguradora. Me dijo que, dado que los seguros de impago son la única solución viable para reducir el riesgo de inquiokupación (tengo que puntualizar: en realidad solo reducen sus efectos, pero no la previenen), ha aumentado su demanda los últimos años… Pero cada vez les cuesta más hacer valoraciones de riesgo por zona. Esto tiene una explicación sencilla: la inquiokupación supone que okupa puede ser cualquiera (¿antes no?). Cualquiera, incluso siendo acaudalado, puede dejar de pagar el alquiler, y no hay una bola de cristal para indicarnos quién lo hará, lo cual hace más difícil la valoración de riesgo. Esta persona también me comentó que hay zonas en las que los seguros de impago han aumentado el coste, pero que por ahora las cubren. De este comentario yo deduzco que, si esto sigue así, en unos años podría haber zonas que no cubran algunas aseguradoras o cuyo precio para un seguro de este tipo sea prohibitivo. De nuevo, el tiempo dirá.
Disertaciones sobre la okupación
Para terminar, quiero incluir aquí una hipótesis (y su argumentación) sobre los perfiles del okupa y el inquiokupa. Empiezo definiendo los dos claros sectores políticos interesados en hacernos ver, cada uno a su manera, que la okupación es un problema. Yo los llamo:
- Sector interaccionista: «okupa» es un estatus que adjudicamos a ciertas personas. Es decir, la okupación no existe (es un invento de la ultraderecha, dicen algunos), equivaldría a una forma de etiquetamiento social para denostar a individuos o colectivos concretos. El problema aquí es el señalamiento. Evidentemente, esta visión está alejada de la realidad (como también lo estaba el paradigma interaccionista de la criminalidad que, en cierto modo, exculpaba a los delincuentes de sus actos).
- Sector hiperpositivista: hacen uso de expresiones alarmantes y exageradas (nos van a okupar a todos por irnos de vacaciones, hay más okupaciones que nunca, etc.) con el objetivo de atraer más atención, conseguir más audiencia (caso de medios de comunicación amarillistas) o fomentar un clima de hipervigilancia para promover cambios rápidos (y ya sabemos a lo que llevan muchas veces los cambios sin estudios previos contrastados…). El término hiperpositivismo aquí es un guiño al paradigma positivista de la criminalidad (que la trata como un fenómeno normal en cualquier sociedad); para los individuos del sector hiperpositivista la okupación siempre está «por encima de la media».
Tanto el sector interaccionista como el sector hiperpostitivista cometen los mismos errores: tienen una visión simplista, sesgada y carente de neutralidad sobre la okupación, bien por intereses ocultos (al menos para mi), bien por haber sido víctimas directas o indirectas de la misma. En cualquier caso, ninguno de los dos profundiza en el perfil del okupa y el inquiokupa, ni se deja asesorar por criminólogos sobre los retos que supone conocer de forma rigurosa el fenómeno (cifra negra, falta de datos oficiales, excesiva politización, estereotipos y prejuicios, metodología más adecuada para abordar su estudio, características situacionales y demográficas que le afectan…).
Hipótesis sobre la perfilación de la okupación en España
Creo que partimos de un perfil «clásico» desfasado pero al mismo tiempo actual porque los propios okupas lo utilizan a su favor. Por ejemplo, ¿cuántas personas de buena posición económica pueden estar haciéndose pasar por «perroflautas» para encajar en ese perfil y que no nos demos cuenta de que es erróneo? Quizá el «perroflauta» no lo es, o quizá nunca haya existido tal y como pensábamos (por eso es tan poco práctico dejarse llevar por prejuicios y estereotipos).
El perfil «clásico» del okupa, puede que fuese cierto en origen, pero quizá ya hace mucho que ha cambiado y ahora ese colectivo está integrado por ypersonas de la llamada «izquierda caviar», «niños bien» que se sirven de su apariencia externa (¡como el inquiokupa!) para perpetuar un estereotipo caduco y ocultar así el hecho de que las personas que okupan ya no son pobres (¡como el inquiokupa otra vez!). Curiosamente, los casos de inquiokupas no suelen aparecer tanto en los medios, como el del okupa estereotipado; ¿será este un fenómeno similar al de los criminales de cuello blanco, que gozan de cierta inmunidad? El inquiokupa no vende tan bien como el okupa «clásico» porque este último se asemeja más al estereotipo del imaginario colectivo. Sin embargo, pudiera ser que la okupación en general fuese un fenómeno de «delincuentes bien», y que la mejor manera de ocultar este hecho fuese precisamente escenificando, haciendo una performance, para perpetuar un estereotipo falso. De hecho, vemos como muchos de estos okupas tienen una especial preferencia por chalés y pisos de lujo, viviendas céntricas bien situadas, construcciones de obra nueva que aún no se han vendido… Curiosamente, todo esto supondría que el inquiokupa sería el tipo más parecido a su perfil. Esta disertación me lleva a formular la siguiente hipótesis: que la okupación en España es de gente pudiente, en buena posición, sea okupa o inquiokupa. Y para realizar una mejor aproximación fenomenológica necesitamos revisar completamente el estereotipo «clásico».
Conclusión a la visión criminológica de la okupación
Como se suele decir, los extremos se tocan. Y esto es aplicable tanto a los sectores interaccionista e hiperpositivista, como a los okupas e inquiokupas: no importa su ideología ni su apariencia física; no importa si se definen como un pijo del Barrio de Salamanca o como un anarquista de Vallecas (estereotipos donde los haya); lo que importa es que pertenecerían, mayoritariamente, a una clase económica alta. Evidentemente, siempre hay excepciones*, y por eso he planteado la disertación e hipótesis desde una óptica general. En cualquier caso, es una mala idea dejarse llevar por las apariencias para abordar un fenómeno desde la criminología, y por eso creo que, en el caso de la okupación, la vestimenta tendría que dejar de ser un factor a tener en cuenta a la hora de perfilar a los individuos o colectivos que la practican.
Así que esta es, por ahora, la visión criminológica de la okupación que puedo aportar, y es algo que hago, si se me permite la expresión, desde el empirismo; basado en mi experiencia como criminóloga asesora en materia de CPTED, en la observación tangencial del fenómeno y en testimonios de personas con las que me encuentro por mi trabajo. Por aquí os dejo una entrevista que me han hecho recientemente desde Filia Temporis por si os interesa saber exactamente lo que hago.
Gracias por leer y nos vemos en una próxima entrada.
* No he tratado aquí el caso de okupas que reconstruyen pueblos abandonados (probablemente el tipo más cercano al perfil primigenio), ni el de inquiokupas coyunturales (que dejan de pagar el alquiler porque verdaderamente ya no pueden hacerlo), etc. Creo que necesitaría un libro para abordar este tema de manera pormenorizada.
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