Siguiendo con los anteriores artículos de esta serie (parte 1 y parte 2) dedicada a la vigilancia natural efectiva, hoy vamos a empezar viendo un ejemplo de problema de privacidad asociado a la vigilancia natural; después veremos cómo usar la vigilancia natural de manera efectiva usando el diseño y funcionalidad del entorno, las características de su versión más moderna (CPTED de nueva generación), cómo usarla para fomentar la seguridad de los observadores, su relación con las actividades rutinarias y qué factores la pueden mejorar (casi nada…).
Vigilancia natural y falta de privacidad
En lo relativo a la falta de privacidad asociada a la vigilancia natural, fijaos en este semisótano que se encuentra en una calle cualquiera del Barrio de Salamanca de Madrid (si os paseáis en vivo o con el Street View, los veréis a montones):
Muchos de ellos son viviendas y no hay más que meterse en cualquier portal inmobiliario para encontrarlos a patadas y a precios desorbitados, y observar sus maravillosas vistas… nulas. Imaginad que vivierais ahí y hubiera un incidente a las tres de la madrugada justo al lado de una de vuestras ventanas. Doy por hecho que nadie viviría en uno de esos semisótanos sin cortinas o estores, pero a ver quién es el valiente que se atreve a asomarse y dejar que se le vea el careto… Efectivamente, las viviendas que están más bajas que el nivel de la vía pública son las que más sufren por falta de privacidad en términos de vigilancia natural. Por otro lado, las viviendas que están por encima del nivel de la vía pública, ven reducidos sus problemas de privacidad asociados a la vigilancia natural.
La vigilancia natural efectiva no va en contra del diseño y funcionalidad del entorno
La vigilancia natural no debe ir en contra del diseño y la funcionalidad del entorno (por eso hablamos aquí de vigilancia natural efectiva). Es más fácil entenderlo con un ejemplo. Imaginad que un supermercado que sufre muchos hurtos decide rediseñar el interior del local para favorecer la vigilancia natural (sobre todo por parte de los empleados). Los cambios que se hagan son para reducir la criminalidad, pero no para reducir la funcionalidad de las características del entorno de trabajo ni para restarle diseño al local —hasta tal punto que a los clientes no les guste o no les resulte práctico—; hay que encontrar un equilibrio. Un ejemplo concreto de este aspecto en un entorno público lo podemos ver en la Plaza de Nelson Mandela de Madrid:
Tal y como se puede ver en la vista aérea de Google Maps, se trata de una zona bastante diáfana, con poca vegetación y, más o menos, dividida en dos cuadrados; esta es la vista a nivel de calle desde uno de ellos:
Es un fantástico ejemplo de una mala implementación de la vigilancia natural efectiva, ya que se han limitado a simplificar este concepto al extremo: lo dejamos todo diáfano y listo. ¡Toma vigilancia natural! Este lugar debería ser un punto de reunión para los vecinos —que no disponen de otras zonas verdes cercanas—, un sitio para pasear, para que los niños jueguen o para que los mayores puedan sentarse tranquilamente en un banco. Sin embargo, la vigilancia natural se ha «comido» literalmente todo el diseño y la funcionalidad del espacio. No resulta atractivo ni invita a pasar un rato agradable; los bancos (que ni tienen respaldo) no están orientados para poder vigilar a los niños mientras juegan o les da una insolación, los árboles son de difícil mantenimiento y del todo insuficientes, la inversión en paisajismo es nula… podría seguir, porque este espacio da para analizarlo en profundidad.
Lo que quiero decir es que la vigilancia natural no va a suponer necesariamente una mejora sobre un entorno (no es una ciencia exacta), pero si hay algo seguro es que bajo ningún concepto puede suponer un empeoramiento (estaba tentada de poner una «peora», pero esto no es cosa de broma). La vigilancia natural es como una máquina tragaperras: hay que encontrar la forma de usarla sin perder nada, pero intentando ganar algo (creo que esta frase podría quedar para la posteridad). Para conseguir esto, conviene preguntarse para qué está diseñado un entorno y cuál es la función que tiene (o la que queremos que tenga).
¿Por qué la vigilancia natural contemporánea es la mejor?
La vigilancia natural contemporánea es el camino a seguir; con vigilancia natural contemporánea me refiero a la que pertenece a la CPTED de nueva generación, no a la clásica, y esto lo digo porque con ella se consiguen dos cosas:
- Favorecer el control informal
- Dificultar y reducir la criminalidad
Esto me imagino que os sonará porque lo he comentado a lo largo de esta serie de artículos sobre vigilancia natural efectiva, pero no he comentado a qué aspectos debe afectar la vigilancia natural para reducir la criminalidad.
¿A qué afecta una vigilancia natural para reducir la criminalidad?
- La visibilidad de objetos valiosos en espacios privados desde espacios públicos.
- La localización de espacios no vigilados cerca de objetivos potenciales para planificar una actividad criminal.
- La disponibilidad de diferentes vías de escape rápido.
- El conocimiento de que los vigilantes informales (ciudadanos) no podrán intervenir fácilmente en caso de necesidad.
Estos aspectos hacen que un lugar sea más atractivo para los criminales, de manera que la vigilancia natural contemporánea los tiene en cuenta para reducir o dificultar sus actividades.
La vigilancia natural efectiva fomenta la seguridad de los vigilantes informales
Esto lo he mencionado antes con el ejemplo de lo sótanos del Barrio de Salamanca de Madrid; la vigilancia natural debe favorecer el control informal, pero sin renunciar a la seguridad de los observadores (o vigilantes informales). Si un vecino que se asoma a una ventana puede ser fácilmente reconocido, y eso le puede poner en peligro, vamos apañados… una mala implementación de la vigilancia natural puede exponer a los ciudadanos a varios riesgos, como que haya represalias contra ellos, lo cual es más que suficiente para reducir su participación en el control informal. Esto tiene como consecuencia una reducción de la vigilancia natural, porque hay menos «ojos en la calle», y su implicación es menor si perciben un riesgo para ellos.
Aquí hay un punto importante que me gustaría tratar: en el primer artículo de esta serie puse de ejemplo un edificio alto; sería mucho más fácil observar e intervenir ante un hecho delictivo para un vecino de las plantas superiores (correría menos riesgo que un vecino del primer piso). Sin embargo, se ha observado un fenómeno curioso a este respecto (os remito a este documental): cuantas más personas observan un hecho criminal, menor importancia le dan a la hora de intervenir, porque parece que todos creen que, al haber suficientes «testigos», alguno de ellos avisará a la policía; en otras palabras, es más probable que deleguen en los demás el hecho de pasar a la acción.
La vigilancia natural no debe verse reducida por las actividades rutinarias
La vigilancia natural es efectiva en tanto en cuando no se vea reducida por las actividades rutinarias. En las anteriores entregas de esta serie, ya hemos visto como la vigilancia natural funciona de manera bidireccional, pero para que esto suceda, es evidente que el momento en que tiene lugar un incidente y el momento en el que hay alguien observando, tienen que coincidir. Hay determinados momentos del día (o la noche) e incluso periodos a lo largo del año (como el verano), en los que hay menos personas disponibles para hacer su papel de «ojos en la calle», por lo que siempre habrá actividades criminales que no coincidan con la vigilancia informal. Un caso típico lo encontramos en los llamados barrios dormitorio, en los que es muy poco probable que tenga lugar una vigilancia natural efectiva durante el horario laboral de entre semana.
Por otro lado, la vigilancia natural debe ser respaldada por múltiples factores. A lo largo de esta serie de artículos he comentado de manera dispersa varios aspectos importantes para que la vigilancia natural sea efectiva, pero en resumen…
¿De qué depende la efectividad de la vigilancia natural?
- De que los vigilantes informales dispongan de lineas de visión que les permitan observar actos criminales de manera segura.
- De que haya cierta cantidad de «ojos en la calle» y que coincidan en un tiempo ‘T’ con los hechos problemáticos (criminales o conflictivos).
- De que haya un equilibrio entre la cantidad de vigilantes informales y criminales.
Respecto a este último punto, pueden darse dos situaciones de claro desequilibrio:
- Muchos criminales vs 1 solo observador = vigilancia natural de eficacia limitada.
- Muchos observadores vs 0 criminales = no se necesita vigilancia natural.
El equilibrio entre la cantidad de vigilantes informales y criminales depende de múltiples factores que se pueden observar en la geografía de las diferentes zonas urbanas; por ejemplo, dependiendo de cómo estén situadas las calles, la distribución que tengan los edificios, la situación de comercios, etc…, todo ello va a condicionar factores como:
- Dónde se suelen situar los criminales.
- Si los criminales van a esa zona solo de paso, qué camino trazan.
- Qué días de la semana y a qué horas suelen tener lugar los incidentes.
- Qué actividades rutinarias tienen los criminales que actúan en la zona (vivan en ella o no) y qué les motiva.
La geografía de un lugar concreto va a determinar, en gran medida, el diseño e implementación de una estrategia de vigilancia natural concreta, porque todos los anteriores factores se deben modificar a través de ésta para reducir la actividad criminal. Fijaos si es importante conocer datos a través de la cifra negra, porque muchas de las actividades rutinarias de los criminales solo las podemos conocer a través del testimonio directo de las víctimas (especialmente aquellas que no denuncian por miedo a represalias, vergüenza, etc.).
Conclusión
Y ya para terminar, decir que todo lo que he expuesto en esta serie de artículos lo pueden hacer los criminólogos, y se debería contar con ellos para estas funciones; desde el diseño y análisis de encuestas de victimación anónimas o encuestas de autodenuncia, hasta el trabajo de campo para evaluar la geografía y actividades de una zona y, por supuesto, la toma de decisiones a la hora de implementar una estrategia de vigilancia natural (normalmente, como parte de un plan general basado en la CPTED de nueva generación).
Espero haber arrojado algo de luz sobre el concepto de vigilancia natural y sobre el por qué no es tan sencilla de aplicar, así como sobre la cantidad de elementos que se deben tener en cuenta para que ésta sea eficaz. La comprensión profunda de la CPTED no se puede alcanzar sin trabajo de campo, patearse las calles y buscar ejemplos prácticos, especialmente teniendo en cuenta que la mayoría de guías y manuales provienen de otros países, cuya geografía y distribución de las ciudades, poco o nada tienen que ver con la realidad española.
Si habéis leído hasta aquí, muchas gracias por vuestro tiempo y atención. Comparto estas cosas con mucha ilusión y, como siempre, me alegrará saber de vuestras opiniones en los comentarios.
Hasta la próxima entrada.