Buenos días.
Hoy me gustaría recordaros un pequeño avance que publiqué en julio del año pasado, sobre un proyecto personal que me traigo entre manos, y que está a punto de concluir.
Como muchos sabréis, hace casi un año publiqué mi primer libro, «Luces y sombras en Criminología«, que trata sobre iluminación y criminalidad.
Una buena parte del libro está dedicada a exponer de diferentes formas, la idea de que cuando vamos a aplicar un cambio sobre una situación o un fenómeno determinados, debemos observarlo antes, durante, y después; esto permite llevar a cabo un proceso de análisis bastante completo. Por otro lado, y desde mi punto de vista, uno de los aportes más valiosos que se pueden hacer a ese respecto, es tener en cuenta la manera en que el paso de las estaciones puede influir en dicha situación o fenómeno.
Pasaron aproximadamente 5 meses desde que empecé a escribir el libro hasta que salió a la venta, tiempo en el cual no pude poner en marcha un experimento que tenía en mente porque lo primero debía ser la teoría… No obstante, en enero de 2015 empecé a observar algo que llamó mi atención y decidí empezar en aquél momento lo que me gustaría presentaros hoy, exactamente un año después.
He llamado al proyecto «Piracantas», principalmente porque gran parte de la problemática analizada a lo largo de estos 12 meses, gira en torno a ellas. Para quien no sepa lo que son, añado que se trata de unos arbustos ornamentales muy comunes en la ciudad de Madrid, que también se conocen como «espinos de fuego», dado que en septiembre se llenan de un montón de frutos parecidos a tomates del tamaño de un guisante, que van del naranja intenso al rojo (aunque parece que también existe una variedad en la que estos frutos pueden ser amarillos).
Aquí os dejo una foto y os comento algunas curiosidades más: