Ya ni me acuerdo de la última vez que actualicé el blog, y es que los meses de enero y febrero han sido de intenso trabajo y no he tenido la cabeza para escribir demasiado. Aunque una cosa que sí he escrito es un artículo sobre CPTED para un libro que ya está publicado. Hoy quiero compartir ese artículo en esta entrada, empezando por contar la historia que hay detrás de esta pintoresca publicación (y aviso, hay premio al final de esta entrada).
Resulta que, a principios de febrero, se me presentó la oportunidad de escribir un artículo para un libro que se publica cada año por la Semana Santa en el ayuntamiento de San Juan de Alicante. Sí, ya sé que, a priori, no tiene mucho que ver con la criminología, pero resulta que cada año se trata un tema diferente, y este 2020 la cosa iba sobre la esperanza. En el libro han publicado todo tipo de profesionales y no podía ser que no hubiese ningún criminólogo, así que me puse manos a la obra y salió este bonito artículo (eso dicen los que lo han leído) titulado Esperanza y prevención criminal:
Si le digo “prevención del crimen”, ¿qué es lo que le viene a la mente? La mayoría de las personas a las que hago esta pregunta me hablan de más presencia policial, cámaras de vigilancia o mayores sanciones. ¿Y si le digo “esperanza”? Seguramente crea que son dos cosas que no tienen nada que ver… Lo que yo creo es que podría cambiar de opinión si leyese estas palabras hasta el final.
Los comportamientos antisociales y los conflictos entre personas existen desde los inicios de la humanidad. Como nadie parece tener una solución para terminar con ellos, hemos tenido que conformarnos con redactar leyes y clasificarlos lo mejor que hemos podido; así es como han surgido los delitos, que, en realidad, han existido como crímenes desde que hay seres humanos, pero que no siempre han estado recopilados en un libro como el Código Penal. Por desgracia, la justicia no tiene soluciones para reducir ni evitar los delitos. Entonces, ¿quién se encarga de eso? Apuesto a que muchas personas responderían: la policía. Pero, normalmente, solo recurrimos a ellos para que intervengan cuando ya ha ocurrido algo.
La prevención y la intervención son como las dos caras de una moneda. Cualquiera de ellas se puede aplicar a la criminalidad, pero solo una de ellas nos permite tener esperanza… ¿adivina cuál?
Cuando algo aún no ha pasado y no queremos que pase, podemos hacer dos cosas: confiar en la suerte o ayudarla un poco. Y ahí entra en juego la prevención del crimen, porque es algo que nos permite reducir las probabilidades de que ocurra. Aunque hay muchas formas diferentes de hacer esto, algunas medidas de prevención criminal son muy caras para los ciudadanos. A ninguno nos gusta pagar más impuestos para estar más seguros solo porque haya ciertas personas que no sepan o no quieran comportarse en sociedad. Hay muchas formas de prevención, pero la mayoría se centran en el criminal y se olvidan por completo de las víctimas (que, potencialmente, somos todos). Esto puede resultar muy molesto, porque todos pagamos las consecuencias del mal comportamiento de unos pocos.
¿Alguna vez ha oído hablar de la criminología? Es una ciencia social independiente, que está especializada en todo lo relacionado con el crimen; de ella ha surgido una forma de prevención criminal donde las posibles víctimas son las protagonistas. Se llama “prevención criminal mediante el diseño ambiental” (CPTED, por sus siglas en inglés), y no solo es más económica que otros tipos de prevención del crimen, sino que tiene beneficios directos para los ciudadanos.
¿Se imagina poder tener esperanza en un mundo más seguro y beneficiarse de ello día tras día? Pues eso es exactamente lo que proponemos los criminólogos que apostamos por la CPTED, porque es una manera de reducir los delitos (y el miedo que generan) a través de la cohesión social. Cuando los vecinos de un barrio se conocen, colaboran entre sí para solucionar los problemas que les preocupan, y viven en entornos de los que están orgullosos, los criminales se lo piensan dos veces antes de actuar en esa zona.
El objetivo de la CPTED es mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, que no tiene por qué estar reñida con su seguridad, y aunque no se puede aplicar a todas las situaciones, hay muchos casos en los que no son necesarias más patrullas policiales ni instalar cámaras de seguridad, ni blindar nuestros barrios, con el coste que eso conlleva.
Una de las ventajas de este tipo de prevención es que permite participar a todo el mundo en el proceso y desde el primer momento. ¿Alguna vez le han preguntado por su opinión para mejorar su barrio y hacerlo más seguro? ¿Alguna vez le han preguntado si tiene miedo, de qué y porqué? Las respuestas a estas preguntas son importantes para los criminólogos, porque permiten diseñar medidas de CPTED para mejorar muchos espacios de las ciudades: colegios, zonas comerciales, plazas, calles y barrios al completo.
La participación ciudadana es fundamental para que esta clase de medidas funcionen y sean sostenibles. A ninguno nos gusta invertir en algo que no va a durar más allá de una legislatura.
Entre todos podemos crear mejores comunidades donde la gente se sienta más acompañada y donde pueda salir a la calle y estar orgullosa de haberla transformado. Algunas de esas transformaciones tienen forma de arte callejero (integración del grafiti), de huertos urbanos, de espacios para practicar deportes o de parques de juegos interactivos para los jóvenes. Salir a la calle y sentir que la hemos hecho nuestra embelleciéndola y enriqueciéndola no es un lujo, sino una muestra del empoderamiento ciudadano que propone la CPTED. La criminología apuesta por reducir las oportunidades para delinquir de ciertas personas, y por aumentar las oportunidades del resto para estar y sentirse más seguras.
Apostar por medidas de prevención criminal como la CPTED es apostar por una ciudadanía más informada, más proactiva y más participativa; apostar por el derecho a mejorar los entornos en los que vivimos y a mejorar las relaciones personales; apostar por un proceso inclusivo en el que todos tenemos algo que aportar; apostar por sentirnos parte de algo más grande que creamos entre todos. Y ahora, ¿qué piensa si le pregunto por la relación entre la prevención criminal y la esperanza?
La verdad es que no exagero si digo que es de los artículos que más me ha costado escribir desde que lo hago (que por cierto, el blog cumple 6 años este mes). Tenía que ser entretenido, explicativo pero no técnico, y corto. Al final ha quedado a doble página incluyendo la fotografía, y lo importante es que va a llegar a personas que jamás han oído hablar de la criminología; en definitiva, a un público muy diferente al de este blog.
La presentación oficial del libro fue el 8 de marzo en la Casa de la Cultura, y asistieron todas las personalidades del ayuntamiento en cuestión, los que han escrito algo, los coordinadores… Aunque tenía un asiento reservado entre los divulgadores, decidí no asistir. Esto es algo que me ha dado mucha rabia, pero lo tuve que hacer porque me pareció arriesgado asistir a un evento social de ese tipo por el coronavirus. Una semana después (el pasado domingo día 15) ya llevaba dos días de confinamiento y la Semana Santa se había cancelado. El libro se va a distribuir igualmente entre todos los interesados, y tengo mi ejemplar reservado para cuando lo pueda recoger.
No me digáis que no es la madre del cordero… Primera vez que un criminólogo publica en ese libro y se suspende la Semana Santa, ¿qué probabilidades había? En fin, una buena experiencia igualmente, y habrá más años para seguir divulgando. De hecho, acabo de rebajar mi último libro «Aseos públicos seguros», tanto su versión en papel (de 12 a 9,50€ aunque Amazon no lo indique así) como su versión digital (de 6 a 2,99€).
Que el confinamiento os sea leve, y recordad: ¡la esperanza es lo último que se pierde!