No sabía muy bien cómo titular esta entrada, así que le he puesto el nombre más evidente, ya que es un cometario de texto sobre un extracto del libro ‘Un nuevo modelo del universo’, en el que su autor, Piotr D. Ouspenski (muy recomendable, por cierto), habla acerca de la Criminología.
Os dejo el extracto en forma de dos capturas, y os advierto de que es de un libro que se terminó de escribir antes de 1914, con lo que la visión de Ouspensky sobre la Criminología me parece casi visionaria (en el sentido de que estaba adelantando la visión de tendencias futuras).
Quizá sea por eso que este texto me ha inspirado a escribir en anteriores ocasiones, y de los conceptos criminológicos que propone Ouspensky también surgió un trabajo que realicé en 5º de Criminología. Lo podéis descargar aquí, aunque aviso de que pego rapapolvos a varios colectivos profesionales que están por lo general muy bien considerados, al interpretar determinadas prácticas corruptas como las típicas de una ‘organización criminal’ (está documentado, evidentemente).
Hay que ver, ¡ya me estoy enrollando!
Aquí el texto que voy a comentar (podéis hacer click sobre las imágenes para verlo más grande):
Ahora va el comentario (espero no extenderme mucho, pero me da que no va a ser posible… mil perdones por adelantado):
Del primer párrafo, donde se habla de los conceptos de civilización y barbarie, cabe preguntarse si realmente existe la civilización, o eso es lo que aparece descrito en ‘Utopía’ de Tomás Moro (una ficción).
Como en Psiquiatría, Psicología, Criminología, Antropología, y tantas otras disciplinas suele decirse, «los tipos puros son prácticamente imposibles de encontrar» (hay quien directamente se aventura a decir que no existen), por lo que particularmente pienso que ni existe una civilización pura ni una barbarie pura, aunque como raza considero que tendemos un poco más a la civilización; vamos a dejarlo en que el ser humano vive, dependiendo de la cultura, el país, etc, un 60% en la civilización y un 40% en la barbarie. Quizá parezca una visión pesimista, pero si en el término ‘barbarie’ clasificamos todas las conductas violentas, los comportamientos desviados, las actitudes moralmente reprochables, a la gente tóxica, y en definitiva, al «mal rollo», creo que tenemos bastante de eso en este mundo.
Evidentemente estoy intentanto ver todo esto como un conjunto, un fenómeno global, de masas o como lo queráis llamar, pero continuémos, con el segundo párrafo, donde se hila más fino sobre lo anteriormente dicho, y del cual me gustaría resaltar especialmente ese «…todas las formas posibles de violencia,…».
Evidentemente, desde el punto de vista criminológico interesan todas esas formas de violencia, pero además tenemos clasificaciones de formas de violencia más ‘sutiles’, que ni siquiera se tenían en cuenta cuando se escribió este texto, como la violencia psicológica o la instrumental.
Generalmente la gente relaciona la palabra ‘violencia’ sólo con la violencia física (golpes de diversa índole, agresiones con un arma…), pero hoy en día está cada vez más reconocida como forma de violencia la que se ejerce sobre otra persona para atemorizarla, infravalorarla, insultarla, degradarla, etc. -conocida como violencia psicológica o maltrato psicológico-. Al mismo tiempo tenemos la violencia o maltrato instrumental, que es por desgracia una forma muy humana (iba a decir muy retorcida) de infringirle dolor a alguien, porque se hace de forma indirecta, como a través de los hijos, de otros seres queridos, etc., es decir, se tiene como objetivo directo a una persona X, pero se le hace daño a través de un objetivo secundario que es sólo eso, un ‘instrumento’ para conseguir que la persona X sufra.
El tercer párrafo me parece simplemente sublime, y ahora váis a ver porqué. Es muy evidente que en épocas pasadas el mundo estaba lleno de ‘cosas bárbaras’, como el canibalísmo, los sacrificios humanos, los espectáculos de circos y coliseos, las penas desproporcionadas, y así podría seguir hasta que esta entrada fuera gigantesta (que creo que ya lo es…)
¿Os habéis fijado en los ejemplos que he puesto? Realmente esas cosas no han desaparecido; siguen ocurriendo en nuestra cultura, aunque de manera más residual, o simplemente se han sustituído por formas modernas, más sutiles, pero donde también hay conflicto y violencia. Ejemplos concretos actuales podrían ser la violencia en el deporte, la competitividad empresarial donde ‘el grande se come al chico’ (y esto pasa también entre compañeros de trabajo), etc.
También esa propensión a someterse a toda clase de influencias puede ser dañina y criminógena (pornografía infantil, películas snuff reales,…), pero yéndonos a ejemplos menos extremos y atendiendo a la parte final del párrafo, podemos hablar de la dependencia tecnológica que se observa en las sociedades del primer mundo. Elegimos libremente estímulos o herramientas que explotamos a todas horas, pero si por algún motivo nos privan de ellas, nos pondemos de los nervios, cuando no de mala leche. Decídmelo a mí, que con la huelga de técnicos de Movistar, llevo sin internet y sin teléfono en casa desde el 30 de marzo; me las busco para conectarme, pero tengo que reconocer que hay días que pierdo la paciencia. No es un comportamiento delictivo, patológico, ni destructivo, pero el hecho de depender tanto de algo externo, tampoco es algo super positivo.
Ouspenski habla en este párrafo de la tecnología punta de su época, como el telégrafo, la imprenta, y «los rápidos medios de comunicación». No puedo evitar sonreir cuando leo ésto último, e imaginar qué diría si levantara la cabeza y viera lo que tenemos ahora 🙂
Dicho de otro modo: ¿cuántos conflictos generan a cada momento los móviles, el whatsapp, o redes sociales como twitter, instagram, facebook, etc, etc, etc? Seguramente muchos más de los realmente ‘necesarios’, y al mismo tiempo han generado otros comportamientos conflictivos y otras formas de violencia, como el ciberacoso, o violencia en parejas adolescentes que ni siquiera conviven en la misma casa (mensajes de control, llamadas a cada momento, etc.) Puede decirse por lo tanto que estas nuevas tecnologías y la rapidez con la que nos permiten comunicarnos, han traído ventajas, pero también muchos inconvenientes que se derivan única y exclusivamente del mal uso que se hace de ellas (hay un libre albedrío, claro está).
Las nuevas tecnologías han ampliado o llevado a una nueva dimensión una criminalidad y una conflictividad que ya existían, al mismo tiempo que han modificado la manera de actuar de víctimas, victimarios, y profesionales relacionados con la Criminología, puesto que las actuales investigaciones criminales se amplian de una manera considerable al tener que rastrear cientos de llamadas de móvil, sms, mensajería instantánea y datos en la red.
Paso ahora al primer párrafo de la segunda imagen, que es donde está la chicha puramente criminológica, y mucho ojo porque aquí sí que se hila fino, aunque no os costará entender, estando en la época que estamos, que un crimen es un crimen porque hay una ley que lo establece, que también puede serlo. Me explico mejor: si ahora mismo manifestarse en la calle fuera un delito (*ehem*), y hubiera personas que dieran con sus huesos en prisión por ello, únicamente serían criminales porque existe una ley aún más criminal que su acto, ya que está prohibiendo un ejercicio de la libertad de expresión que es natural en todas las sociedades libres.
Tildar a algunas leyes de ‘leyes criminales’ antes de 1914 no sé qué os parece, pero es algo que desde el punto de vista de la Criminología, no se había tratado (o yo no tengo constancia de ello). Me parece totalmente acertado hablar de gobiernos criminales, estados criminales y de legislaciones criminales, sobretodo porque en muchas ocasiones, lo políticamente correcto nos impide denunciar determinadas prácticas. Este también es el caso de las organizaciones criminales -no como mafia, sino como institución del Estado o similar-, empresas criminales, organismos criminales, etc.
Estamos cada vez más acostumbrados a todo tipo de abusos, que sí, son sutiles comparados con las barbaries de antaño, pero no dejan de ser situaciones que deberían interesar a la Criminología, y de las que se podrían desarrollar múltiples y novedosas ramas de esta disciplina, como está ocurriendo con la Criminología Vial o la Criminología de la violencia en el deporte (imagino una Criminología Laboral o similar, que pueda salir del proyecto Antitrabajo, del criminólogo Jose Servera).
El último párrafo también puede desencadenar reflexiones criminológicas interesantes, cuando no una auto-crítica: ¿Sabemos, o llegaremos a saber, lo que es el crimen? ¿Hemos dado con una definición global de este concepto?
En mi opinión, vivimos en una sociedad y cultura dinámicas, en contínuo cambio y que no son puras; somos una mezcla de muchas culturas, influenciados por multitud de factores que también varían con el tiempo y en el espacio geográfico. Por lo tanto, el mismo concepto de crimen, es variable y está en permanente evolución. A mi me gusta imaginarlo como un bloque de gelatina sobre un plato que llevamos en las manos mientras andamos: no sabemos con absoluta certeza en qué dirección va a moverse, ni a qué velocidad, ni si se va a desplazar debido a ese ‘tembleque’, y se nos va a caer al suelo. Traducido sería que el crimen en nuestra cultura, tiene una presencia constante, aunque no sepamos definirlo porque de repente cambie, aparezcan nuevas formas o simplemente, el concepto que de él tenemos es impredecible. Podemos incluso aludir a la teoría del caos, sabiendo que lo único seguro en cuanto a criminalidad se refiere es que está ahí, sin importar la forma que tiene, cómo se mueve o hacia donde va.
Como seres limitados, tanto en nuestras capacidades, como en nuestra existencia en el mundo, nuestro trabajo está también limitado, y por eso como criminólogos intentamos entender lo posible acerca del crimen: qué formas existen, cómo se produce, quién lo sufre y quién lo comete. Son sólo los efectos de la causa, y puede que nunca lleguemos a dar con una definición global, objetiva e inmutable de crimen, pero precisamente en esa tarea imposible reside la belleza de la Criminología: queremos aproximarnos al conocimiento de un concepto que por ahora nos está vetado.
Lo más importante, y ya para terminar, es que la Criminología debe ser una ciencia social práctica, que aporte algo al mundo, que la gente pueda notar en sus vidas y que alivie aunque sea una millonésima parte de esta barbarie que va de la mano con nuestra civilización: aunque sepamos que nunca la eliminaremos, seguimos adelante.