Hace tiempo que tenía pensado escribir sobre escribir (aunque suene redundante) porque es una de las habilidades que más merece la pena desarrollar o mejorar para el ejercicio libre de la criminología. Pero hay que empezar lo antes posible, porque esto puede ser muy necesario ya desde que empezamos a redactar currículums.
Recuerdo bastante bien algunos momentos de la anterior crisis (la que algunos llaman de 2008, otros de 2010… creo que sabéis a cuál me refiero) en los que estaba buscando trabajo, como tanta otra gente. Uno de esos momentos clave fue cuando hice un curso para enfocar mejor la redacción del currículum, y otro cuando descubrí que lo mejor era escribir cartas de presentación personalizadas; y ahí es cuando caes en la cuenta de lo mucho que te cuesta describir, sobre papel, lo que puedes aportar como criminólogo.
Si esta habilidad no se mejora con dedicación, llega un momento en que te puedes encontrar en situaciones «raras», como tener que explicarle a un posible cliente lo que puedes aportar para que se decante por tus servicios; no solo se trata de intentar convencerle, sino de que le tienes que dejar claro lo que es un criminólogo, lo que hace y lo que tú le ofreces… y todo esto tiene que caber en un parrafito, ser ameno, y estar explicado en lenguaje sencillo (sin tecnicismos, ¡que ahora no toca!). Vamos, que por si fuera poco, tenemos que desarrollar algunos conocimientos de marketing y comunicación… ¡Esa es la palabra clave! Como criminólogos, es fundamental que aprendamos a redactar lo mejor posible porque nos tendremos que comunicar con gente casi continuamente.
Aunque la comunicación hablada también se valora mucho hoy en día, la escrita es clave en nuestra profesión porque ayuda a redactar escritos e informes, trabajos de investigación, publicaciones, correos electrónicos y cartas (sí, yo aún utilizo el correo postal)… Además es un habilidad que nunca está de más, porque no importa la especialidad que escojas o la manera en que acabes ejerciendo la criminología: escribirás sí o sí.
Por lo que estoy contanto aquí, puede dar la sensación de que escribir es una habilidad útil de cara al exterior, pero también ayuda mucho para uno mismo. Por ejemplo, yo suelo hacer los análisis de casos en papel; compro cuadernos finos y los uso para ir tomando notas a mano a medida que leo causas o sumarios. Esto es una preferencia personal porque hace unos años descubrí que me parecía más cómodo que el ordenador; al fin y al cabo, son notas personales que voy a usar posteriormente para el informe, pero que son para mí, para ayudarme a organizar la información (no se las voy a presentar a otros, pero eso no quita que deban ser claras).
Aunque parezca que esta entrada es corta (de momento lo es), en realidad ya he dicho todo lo que quería decir; hay tres ideas en este texto que resumen por qué es tan importante escribir bien para los criminólogos. Tranquilidad, ¡que no vamos a jugar a las adivinanzas! Mejor voy al grano y así este artículo me sirve de práctica para ser más concisa:
1. Convencer con la palabra escrita: olvidaos de los clientes (bueno, solo por ahora) porque a quien de verdad merece la pena convencer a través de un escrito es a los magistrados. Imaginad que llega un informe vuestro al juzgado y la forma de redacción que habéis elegido no es la más adecuada. Ya podéis tener la propuesta del siglo, que como la comunicación no sea efectiva no os harán ni caso; lo mismo ni llegan a entender lo que queréis decir. Menudo chasco, ¿no? Pues por eso los criminólogos tenemos que esforzarnos en mejorar la redacción, para poder exponer razonamientos a distancia y convencer de su utilidad. Si, por ejemplo, tenemos el objetivo de levantar el archivo de una causa, es vital contar con el apoyo del juez, pero sin convencerle de los motivos no hay nada que hacer. Por poner otro ejemplo, si presentamos un conjunto de medidas de prevención y no las justificamos y explicamos bien, no podremos persuadir a otros para que asuman sus funciones de manera efectiva; ¡y no hay nada peor que fallar en la comunicación de la prevención de un tema delicado! (sino mirad lo que está pasando con el dichoso coronavirus…)
2. Cuidar las formas y las primeras impresiones: ahora sí nos podemos volver a ocupar de los clientes, y no solo de ellos, sino de todas aquellas personas que puedan recibir una primera impresión de nosotros como criminólogos. En esta profesión, como en otras, hay trenes que solo pasan una vez: la oportunidad de presentar un trabajo, un escrito o un informe es ÚNICA; y no lo digo porque cada caso sea diferente y bla bla bla, sino porque, en muchas ocasiones, esa será nuestra única oportunidad para presentarnos y despedirnos. Vamos, que si consigues hacer llegar un documento a una persona de medio o alto rango (por ejemplo, de un ayuntamiento), será tu única oportunidad para presentarte. ¡Qué presión! Si la cosa prospera y tienes oportunidad de reunirte posteriormente o de seguir en contacto, perfecto, pero eso no excluye poner el máximo cuidado posible en todos los escritos. Una persona que deje un informe sin conclusiones, mal redactado o sin revisar, dará la impresión de poco profesional (como poco); como nunca se sabe dónde puede acabar vuestro trabajo, mejor hacerlo impecable desde el principio. Los informes y escritos bien redactados causan buena impresión desde el primer momento y pueden generar nuevas oportunidades para el futuro.
3. Las palabras tienen consecuencias: Esto puede parecer muy fuerte, pero usar ciertas palabras en un informe puede suponer que un culpable quede libre o que un no culpable (que no inocente, tampoco nos pasemos) vaya a prisión. ¡Así es! Las palabras tienen consecuencias buenas o malas, y hay que ser responsable con lo que se expresa y con cómo se expresa. Si una redacción es nefasta o hay errores básicos en un documento, no se tomará en serio; en otras profesiones puede que esto no sea vital para terceras personas, pero en la abogacía y en la criminología sí (lo mismo con otras disciplinas con las que se pueda ejercer como perito, ojo). No solo es importante la redacción, sino también la organización del documento (sobretodo si es extenso) y la forma en que aparecen las ideas para que el lector pueda conectarlas (y esta tarea, a veces, es MUY complicada). Con lo que cuesta ejercer como criminólogo independiente, no estamos como para emitir informes cutres: si no conseguimos hacer entender nuestro punto de vista, todo el esfuerzo habrá sido en vano. ¡Eso sí que es un chasco! Cuidado también con el exceso de jerga criminológica cuando no procede, o los tecnicismos innecesarios; quedarán muy bonitos en el texto pero pueden provocar que el lector al que va dirigido el documento no consiga seguir nuestro proceso de pensamiento y nuestras ideas parezcan inconexas (no estoy llamando tonto a nadie, que conste, pero son cosas que pasan).
¡Pues al final no me ha quedado el artículo tan conciso! ¿O sí? Bueno, en cualquier caso, hay que mejorar las habilidades de redacción para ser más competentes como profesionales, también mejores criminólogos en el ejercicio libre (o en el que sea), y para que no nos pongan las orejas coloradas en una ratificación en sala: un informe con errores o mal explicado es un objetivo fácil de atacar para los abogados y peritos de la parte contraria… mejor ponernos a escribir ya y no darles esa oportunidad.
¡Hasta la próxima entrada!