La entrada de hoy va de antropología forense, y más concretamente sobre antropometría, porque aunque hoy en día hay métodos de identificación más conocidos por la sociedad en general (sobretodo aquellos que se han popularizado en televisión, como el ADN), esta técnica se sigue usando y tiene mucha utilidad.
Pero, ¿qué es la antropometría?… Pues es, ni más ni menos, que la parte de la antropología que estudia el cuerpo humano en base a sus medidas; su objetivo principal es conocer sus proporciones y particularidades para poder identificar a la persona.
Los principales parámetros de identificación antropométrica están basados sobretodo en las medidas generales del cuerpo, el estudio de los huesos largos y también del cráneo. A su vez, la antropología forense es el método de identificación más adecuado para los cadáveres esqueletizados, de los que se pueden obtener todas las medidas necesarias… siempre y cuando estén completos (cosa que, claro está, no siempre ocurre).
¿Y cuáles son los principales parámetros de identificación antropométrica?
Aquí va un pequeño resúmen:
En primer lugar, se debe determinar si los restos que se pretenden identificar son humanos; si es así, se debe averiguar su sexo, su raza y su edad aproximada.
– La estimación del sexo: Se puede recurrir a los parámetros que establecieron Jane E. Buikstra y Douglas H. Ubelaker en su libro “Standards for Data Collection from Human Skeletal Remains: Proceedings of a Seminar at the Field Museum of Natural History”, que se basan en la determinaciones morfológicas craneales (compo la proyección de la cresta nucal, el tamaño del proceso mastoides, el espesor del margen supraorbital, la proyección de la eminencia mentoniana…) y de la pelvis (el arco ventral, la concavidad subpúbica, la superficie de la rama isquipúbica, la amplitud de la escotadura ciática mayor, y el surco preauricular…).
Todo esto puede sonar un poco a chino, pero hay cantidad de partes del esqueleto humano que podemos localizar en un buen atlas de anatomía, que nos pueden ayudar a saber si el sujeto era hombre o mujer.
– La estimación de la edad: Los análisis morfológicos que nos ayudan a estimar la edad de una persona son básicamente tres: El análisis de la sínfisis púbica, el análisis de la erupción de las piezas dentales (por ejemplo ver si ya han crecido los terceros molares), y comprobar si todos los huesos largos tienen sus epífisis fusionadas (o hablando más claramente, ver si ya están ‘soldados’ los unos a los otros).
– La estatura: La estatura de una persona se puede determinar de acuerdo a la longitud de los fémures y las tibias, siguiendo las fórmulas propuestas por Genovés o por Trotter y Glesser. Se deben tomar las longitudes máximas totales de ambos fémures, y el valor medio obtenido debe considerarse como el valor final. Lo mismo se hace con las tibias.
– Otras medidas básicas: El diámetro de la cabeza humeral izquierda y derecha, las longitudes máximas de ambos peronés, las longitudes máximas de ambos húmeros, las longitudes máximas de ambos cúbitos, las longitudes máximas de ambos radios, las longitudes máximas de ambas clavículas… Como véis no es por falta de huesos que se pueden medir 😉
– Particularidades: Por último, se debe atender a las posibles particularidades que pueda presentar el cuerpo, ya sean externas (tatuajes, cicatrices, manchas en la piel…) o internas (marcas en los huesos, fracturas, prótesis, etc.)
– Aspectos de odontología: Se puede identificar a una persona por su fórmula dentaria mediante la observación de las posibles caries, implantes, pérdida de piezas, etc.
En resúmen, podemos establecer los principales parámetros de identificación antropométrica de la siguiente manera:
– En primer lugar, las medidas de los huesos largos del cuerpo, como el fémur, la tibia, el peroné, el húmero, el cúbito y el radio.
– En segundo lugar, las medidas de otros huesos, como la longitud de las clavículas y el diámetro de las cabezas humerales.
Como siempre, todo esto en teoría es sencillo, pero la práctica es otro cantar; y sino que se lo pregunten a los antropólogos forenses… claro que eso, ya es otra historia 🙂
¡Hasta la próxima entrada!