Hace dos años, en el mes de marzo de 2014, se publicaba en la edición española de la revista GEO, un artículo sobre la llamada Neurojusticia. Lo releí hace poco y quisiera comentar algunos aspectos que me parecen de interés.
No obstante, primero os dejo el artículo escaneado, y -antes de que nadie se escandalice- os advierto de que es deseable leerlo desde una perspectiva lo más neutral posible, porque está escrito desde el punto de vista de la neurología, ciencia que ha influenciado algunas teorías criminológicas, pero que no se debe a la Justicia ni tiene como objetivo final tratar a los criminales… Aunque una vez hayáis leído el artículo, a lo mejor creéis que esto puede estar cambiando.
Podéis descargarlo en formato PDF aquí: neurojusticia
Bueno, y ahora al lío, porque este tema de la Neurojusticia puede resultar -o no- escandaloso para los criminólogos, pero lo cierto es que ha ido apareciendo cada vez más frecuentemente en prensa (sobretodo internacional), durante los últimos 5 años. Por poner ejemplos concretos, aquí tenemos un artículo de Reuters (2012, Reino Unido), y aquí otro de UP Magazine (2013, Francia).
Aún sin saber a ciencia cierta con cuántos detractores o seguidores cuentan estas teorías, lo cierto es que tienen su propio hashtag en Tweeter (#neurojustice), y que existe un proyecto llamado NeuLaw, que trata de integrar los avances del campo neurológico al ámbito judicial/legal (es curioso como usan algunas publicaciones estrictamente criminológicas como fuente bibliográfica, pero al parecer no tienen en cuenta las teorías de esta ciencia).
Sobre el artículo tengo que decir -ahora sí, desde mi punto de vista como criminóloga-, que me ha recordado enormemente a los modelos biologicistas, así como al positivismo criminológico, porque también estas teorías intentaban explicar el fenómeno criminal desde el punto de vista de la biología y de sus diferentes ramas (genética, neurofisiología, bioquímica, endocrinología…)
Ahora bien, hay algunos escollos para la Neurojusticia como instrumento de los tribunales, y en primer lugar yo destacaría que centra sus estudios en el criminal, por lo que la víctima no participa de la justicia, y resulta un tanto sangrante si tenemos en cuenta lo que ha costado y cuesta que se tenga en cuenta su figura, por no hablar de que la relación víctima-criminal o criminodinamia, resulta fundamental para entender determinados episodios de la fenomenología, así como la criminalidad en general.
Por otro lado, busca explicar la conducta criminal tratando de encontrar algo disfuncional en el cerebro del criminal, o lo que es lo mismo, intenta diferenciar neurológicamente hablando a los criminales del común de los mortales, pero, ¿y si no existiese tal diferencia? ¿se puede generalizar tanto como para creer que todos, absolutamente todos los criminales tienen un cerebro anormal? Si esto fuese así, significaría que todo el que delinque, sufre una patología…
El problema más difícil de resolver de todo lo anterior, es que cuando tendemos al determinismo, olvidamos que el crimen es un fenómeno multifactorial, y como tal, debe ser estudiado desde múltiples puntos de vista. Ahora mismo no puedo recordar el caso de ningún criminal «puro», es decir, cuyo comportamiento pueda explicarse desde un solo punto de vista, y mucho me temo que eso se debe a que tal caso no existe (aún en un caso extremo y «claramente» psiquiátrico como pudiera ser el de un esquizofrénico paranoide, los factores sociales y ambientales pueden condicionar un acto criminal, además de su enfermedad).
Hay una obra de Max G. Schlapp y Edward H. Smith llamada «La nueva Criminología: un examen de la química como causa del comportamiento anormal» (Nueva York, 1928), en la que se desarrolla una teoría determinista desde el punto de vista de la endocrinología, ya que estos autores pensaban que el crimen era una perturbación emocional causada por un desajuste hormonal. Esto claro que tiene relevancia en Criminología, pero a día de hoy no se ha podido demostrar científicamente que los niveles hormonales sean un factor determinante para que se genere el comportamiento criminal (a todo caso, parece que sí contribuye en ciertos casos).
En el artículo también habla del cromosoma Y (¡como si el problema fuesen los hombres!), y es cierto que ha habido mucho debate en torno a la genética criminal, sobretodo porque existen malformaciones cromosómicas que en Criminología han llevado a hablar del llamado «gen criminal» (o trisonomía), hecho que por cierto, afecta tanto a mujeres como a hombres.
Ahora bien, respecto a la trisonomía, hay estudios de los años 90 (no estoy muy al día en este tema, la verdad), que desmienten lo establecido anteriormente en este campo, porque se llegó a la conclusión de que los portadores del ‘XYY’ son incluso menos violentos que la media de población penitenciaria, además de que esta característica genética parece estar más relacionada con los delitos económicos que con los violentos.
Respecto al ejemplo concreto que se cita en el artículo sobre un pederasta que al parecer lo era por sufrir un tumor cerebral, ya hay otros casos similares constatados en estudios llevados a cabo por la llamada neurofisiología criminal, que ha demostrado que personas pacíficas y «normales», que han padecido un tumor -especialmente en la zona del prefrontal-, han experimentado comportamientos anómalos que iban desde los sexuales a los sociales, pasando por otros relacionados con la violencia.
En concreto recuerdo el caso de un hombre que desarrolló un comportamiento antisocial de la personalidad (psicopatía), debido a un accidente de coche en el que sufrió un golpe muy fuerte en la frente, y tras pasar por un ingreso hospitalario, su familia y amigos aseguraron que «ya no era el mismo»; se volvió una persona fría y falta de empatía, y tras varias consultas médicas para realizar un seguimiento de su recuperación y observar a medio plazo si su cerebro había resultado dañado, fue diagnosticado del mencionado trastorno antisocial, que parece que se produjo porque el prefrontal quedó dañado de forma irreversible tras el accidente.
Conclusión: no corráis con el coche, y llevad siempre puesto el cinturón de seguridad. No, ahora en serio: he intentado leer con mente abierta sobre el tema de la neurojusticia, pero la criminóloga que llevo dentro acaba por rebelarse, y al final acabo pensando que es un campo digno de seguir evolucionando pero no por el camino de convertirse en la explicación suprema del crimen. Ni siquiera los criminólogos tenemos una respuesta definitiva a este respecto, precisamente porque el crimen es un fenómeno que hay que estudiar desde muchos puntos de vista, que necesita de estudios científicos y estadísticos, y que requiere una atención constante y lo más adaptada posible a la realidad del momento.
Se suele decir que todo depende del cristal con el que se mire, y en el caso de la Criminología -y con permiso de los neurólogos, que tantas aportaciones nos han hecho-, creo que es la ciencia que mayor colección de cristalitos acumula en la actualidad. Tantos años aunando conocimientos de tan diversas ciencias no pueden caer en balde, y aunque en muchos casos nos gustaría que existiese una explicación sencilla para la conducta criminal, como por ejemplo que el sujeto X tiene un cerebro distinto, tampoco podemos olvidar las muchas teorías que han abogado por la normalidad del criminal (cualquiera de nosotros puede convertirse en uno de ellos).
Pongo punto y final a esta entrada lanzando una pregunta concreta, que también está relacionada con el artículo de GEO, y es, ¿se puede exculpar a un psicópata por el hecho de tener un prefrontal disfuncional? Es un debate un poco viejo entre criminólogos, pero la idea de que el señor Kent Khiel pretenda exonerarlos utilizando escáneres cerebrales resulta cuanto menos inquietante… No sé si lo conseguirá algún día en Estados Unidos o actuando en jurisdicciones de otros países, pero en España contamos con la figura del dolo (saber lo que se hace y querer hacerlo), que afortunadamente no puede salvarse con la explicación de la disfunción cerebral de los psicópatas.
Os animo a reflexionar sobre este tema y a dejar vuestras impresiones al respecto en los comentarios de esta entrada.
¡Hasta la próxima!
Siempre que aparece una nueva vía de investigación se la cree capaz de resolver todos los misterios que quedan. Pasó lo mismo con el DNA. Y luego acaba demostrándose que por muy nueva e interesante que sea una línea de investigación siempre tiene sus límites.
¿»neuroqué»? En algún sitio, alguien ha perdido el juicio (y nunca mejor dicho)… En el fondo esto no es diferente de otros fiascos históricos como la craneometría, la frenología, la biotipología o el polígrafo… Cada 20 o 25 años sale una de estas.
Reblogueó esto en THE OWLy comentado:
Reflexiones sobre Neurojusticia