Bueno, lo primero es lo primero: la frase del título de esta entrada no es mía, es un copia-pega de un e-mail recibido hace casi dos meses (vamos, una cita de su autor, que prefiere permanecer en el anonimato).
Ahora una breve actualización para los que me creían desaparecida: me he tomado la libertad de no publicar nada en el blog desde hace meses porque vivo tiempos convulsos (en realidad no tanto, pero quería usar esa frase).
Lo cierto es que tuve un mes de marzo bastante regulero en el terreno personal, y es que falleció mi padre, José Miguel. El 29 de mayo fue precisamente el Día mundial de la Esclerosis Múltiple, enfermedad que padecía y que le postró en una silla de ruedas hace cinco años, cuando yo comenzaba a redactar este blog. A mi padre le encantaba leer, y aunque no llegó a publicar nada, escribía muy bien. De alguna manera, tengo asociado a él el hábito de escribir por placer, y se me ha hecho muy raro escribir cualquier cosa desde entonces (incluido mi segundo libro, que ahí lo llevo, a marchas forzadas). En cualquier caso, quiero dedicarle una de mis siguientes entradas (esta no, que es para la persona que me ha escrito el correo que he comentado antes).
Además de eso, he tenido mucho trabajo y me he mudado dos veces (¡pero para mejor!). Ahora que por fin tengo Internet, es hora de volver a las andadas, porque os puedo asegurar que no era por falta de ganas.
Y ahora al lío: hace cosa de dos meses me escribe al correo electrónico un sujeto y me cuenta -con palabras muy tristes, todo hay que decirlo-, que pese a que ha llegado a ejercer la profesión de criminólogo, se encuentra sumido en una ‘espiral de desgana’ respecto a esta bonita ciencia que a veces nos une y otras, nos separa. Y recalco lo de ‘nos separa’ porque esta persona me comenta que cree que el fruto de su desaliento es el celo profesional con el que tiene que lidiar, el hate de las redes sociales, y en general, el ambiente altamente competitivo -y tóxico- que hay entre criminólogos.
Dejadme dar un dato sobre este sujeto: es de México, y aunque el contexto laboral y cultural puedan ser diferentes, sus dramas no son tan distintos de los que puede experimentar cualquier criminólogo en España. Por cierto, tengo su permiso expreso para escribir sobre este tema a raiz de su consulta y dar los pocos datos que voy a dar; no os vayáis a pensar que la gente me escribe y yo me lío a escribir, ¡a ver qué va a ser esto!
No os voy a mentir; en parte me he sentido identificada con algunas de las situaciones que describe el compañero anónimo, y es que en la larga maratón criminológica, uno experimenta de todo: momentos de alegría, momentos de desmotivación, momentos de hastío, momentos de euforia… en definitiva, la Criminología nos puede sumir en una montaña rusa de sensaciones que, a veces, son de lo más contradictorias. Reflexionando sobre las cuestiones que me planteaba en su correo el sujeto anónimo, me ha parecido buena idea escribir acerca de cómo «salir del hoyo», pero para criminólogos.
Asi es que, desde mi limitada experiencia -y con toda la humildad que soy capaz de mostrar- me lanzo a responder la siguiente pregunta:
¿Qué hago si llego a un punto en que la Criminología me da igual?
¡Pensar que la Criminología sí te quiere a ti! Nah, es broma. Ahora en serio. Hay veces en que no se puede salir del hoyo, o no se debe. Tampoco os lo quiero pintar todo negro, pero a veces, luchar por encontrarse motivado y feliz en el papel de criminólogo puede ser contraproducente. Esto es debido al simple hecho de que la motivación, al igual que ocurre con la creatividad, no está a nuestra disposición las 24 horas, sino que es algo incontrolable y que fluctúa. Afortunadamente, atraer o traer de vuelta a la motivación es algo que se puede entrenar. No quiero entrar en ese tema porque sino esto va a parecer una sesión de coaching, y no estoy en absoluto capacitada para ello.
Lo que sí puedo hacer es compartir mis trucos para no perder el interés por la Criminología:
- «Necesitas descansar»: A veces hay que decirse esta frase, y contentarse con ello. Si llegáis a una situación de burn out (estar quemado, que por cierto, la OMS ya lo reconoce como enfermedad laboral) lo mejor es no forzar las cosas, e incluso buscar ayuda profesional. Yo estuve seis meses de terapia por ese mismo motivo y la verdad es que me vino genial; es algo que recomiendo encarecidamente. Llegar a trabajar como criminólogo no es la panacea que mucha gente se piensa; es un trabajo complejo, muchas veces poco agradecido, y en el que vamos a encontrar mucha oposición. No todo es así, claro, pero hay veces en que uno se satura y es necesario ser consciente de que necesitamos dejar de esforzarnos por ser como Mr. Wonderful hasta solucionar el problema real.
- Quitando la anterior situación (que es la única en la que ciertos esfuerzos por motivarse pueden ser contraproducentes), aquí van toda una serie de trucos para permanecer centrado en la Criminología ante situaciones adversas:
1. Haters y trolls en las redes sociales: la verdad es que no tengo mucha experiencia personal con esto, pero sí lo he observado en otros compañeros, y no es nada agradable. Es bastante penoso ver que al otro lado de un ordenador, hay otros criminólogos que se dedican al «acoso y derribo» de compañeros con situaciones diferentes, ideas distintas, u opiniones contrarias. Pero como no se puede gustar a todo el mundo, lo mejor es hacer caso omiso (para algo están también los bloqueos, digo yo), tomárse la críticas no constructivas con sentido del humor, y usar las redes sociales con cabeza: para compartir en el ambiente que deseamos. Y si dicho ambiente no es posible o no hay forma humana de generarlo, lo mejor es hacer limpieza entre los contactos y tomarse unas vacaciones de las redes sociales.
2. Celo profesional: tema peliagudo. Todo depende de si se da entre personas con las que trabajamos físicamente o no, si son criminólogos u otros profesionales. Siempre conviene adquirir habilidades sociales para aprender a que dichas situaciones nos afecten lo menos posible, trabajar con otras personas o solos (si podemos elegir y creemos que es mejor así), o directamente, hablar las cosas. En mi experiencia personal, confrontar a un «celoso profesional» no suele acabar bien, así que mejor centrarse en cosas que nos refuercen como criminólogos y dejar de invertir tiempo y energías en gente mediocre (o que no creemos que nos vaya a influir para bien). En definitiva, buscar alicientes en otras personas que nos nutran como criminólogos; pueden ser conocidos o no (a mi me dio por leer más sobre Henry Mayhew y llegó un momento en que era como un compañero para ir en el metro).
3. Competencia insana entre criminólogos: una cosa es la competencia sana (que es constructiva y puede sacar lo mejor de nosotros) y otra cosa es la competencia insana, que es rivalidad sin más, a ver quién hace qué cosa antes que otro, quién hace más, quién es más… la primera puede tener cierto sentido, pero la segunda solo fomenta que la gente se divida en bandos y genera ambientes tóxicos. Considero que es mejor competir contra uno mismo; ponerte retos y superarte a ti mismo te convierte en un mejor profesional y hace que cuando eches la vista atrás veas que has evolucionado, y que no has perdido el tiempo en medirte con extraños a los que tal vez ni siquiera conozcas (de nuevo las redes sociales sobrevuelan nuestras cabezas).
Una vez tratados de forma general los tres focos de la desmotivación del criminólgo sobre los que se centraba el sujeto anónimo en su correo, me gustaría dar algunas pinceladas más a modo de ejemplos reales, porque este tipo de «trucos» siempre me acaban por parecer genéricos y me da la sensación de que nunca se llega a una conclusión.
Desde luego que uno puede llegar a un punto en que la Criminología le de igual; que no es odio, ni aburrimiento, ni cansancio, sino total indiferencia. A eso yo le llamo «estar pasado de rosca», y la única manera que conozco para salir de ello, es resetear y empezar de cero. Si se llega a ese punto hay que reeducarse para retomar el gusto por lo olvidado, porque sí, lo más probable no es que la Criminología ya no te importe, sino que hayas olvidado lo interesante que era.
A esa aparente indiferencia se puede llegar -seguro- por muchas vías, y las del correo del sujeto anónimo son solo algunas de ellas, pero personalmene considero que, a veces, cometemos negligencias con nuestra educación autodidacta como criminólogos, como por ejemplo:
- Descuidar la información que consumimos (no la cantidad, sino la calidad)
- Olvidar que somos eternos aprendices (si no aprendemos de manera continua, «la máquina se oxida»)
- No tener objetivos-retos divertidos (motivarse no es fustigarse, tiene que gustarnos)
- Dejar de buscar referentes (porque todos agradecemos las buenas influencias, a cualquier edad y en cualquier etapa)
Y como muestra un botón; esto es lo que estoy haciendo este mes para estimular mi interés por la Criminología:
- Ahora leo más en inglés. Además de haber más información, puedo acceder a trabajos e investigaciones de todo el mundo, ¡y eso enriquece mucho!
- Cuando necesito un respiro de la Criminología, busco inspiración en temas aparentemente alejados de la misma, que siempe me sorprenden porque encuentro similitudes con ella. Ahora estoy leyendo ‘Work and love‘ una biografía de Tove Jansson, un libro en el que he descubierto que la guerra y los conflictos sociales están detrás de su obra más conocida (los libros de los Moomin).
- Tengo dos mini retos (relacionados con este blog), el reto de reformular mi web, y el objetivo personal y profesional de escribir un segundo libro del que me sienta orgullosa por muchos años (a.k.a, poner lo mejor de mi en bonitas páginas color crema).
- Estoy buscando nuevos referentes en CPTED -concretamnte la de nueva generación-, y aunque por ahora no tengo tiempo para escribir sobre ello, estoy disfrutando mucho de las aportaciones de Crowe.
Todas estas cosas que cito, las he tenido que buscar a conciencia, no caen del cielo ni se me ocurren mientras me ducho. Ser autodidacta en Criminología es un trabajo, sí, ¡un trabajo! Porque debes atender continuamente tus necesidades y carencias; no caer en la indiferencia requiere un trabajo consciente.
Para terminar el artículo de hoy me gustaría citar una frase de «Al este del eden» de John Steinbeck, y que cada cual la interprete como más le guste en relación al tema que hemos tratado hoy. Dice así:
Cuando un hombre llega a las puertas de la muerte, no importa cuáles puedan haber sido sus talentos, su influencia y su genio, que si muere sin amor, su vida entera le parecerá un fracaso, y su muerte, un frío horror. Me parece que si estamos obligados a escoger entre dos líneas de pensamiento o de acción, sería bueno que pensásemos en nuestra muerte, y que, por lo tanto, nos esforzásemos en vivir de tal manera que nuestra muerte no le produjese ningún placer al mundo.