En la entrada de hoy me gustaría hablar sobre prevención primaria desde el punto de vista de la Criminología, aunque quiero darle — como siempre— un toque personal.
Como muchos sabéis, la prevención primaria es aquella que va dirigida a neutralizar las conductas conflictivas y la criminalidad, antes de que tengan lugar. También conviene recordar que este tipo de prevención se aplica a toda la población, y no solo a un grupo concreto de la misma.
El hecho de que existan muchas políticas de prevención primaria enfocadas a la niñez y la adolescencia, se debe a que es una etapa de la vida en la que ya se empiezan a forjar ciertas conductas que, en un futuro, pueden ser problemáticas de verdad.
Para que la entrada no se haga muy pesada, la voy a ilustrar con un caso real y con una frase de Gandalf (creo que la entenderéis mejor cuando terminéis de leer):
¡OJO! Antes de empezar, y para no romper «la magia» de esta entrada, os recomiendo encarecidamente que no uséis el scroll a lo loco. Id bajando con el espacio justo para poder leer, porque hay un ejercicio propuesto, y la respuesta está solo un poco más abajo. ¡Advertid@s estáis!
Vamos a empezar a reflexionar sobre la prevención primaria, con unos datos que os voy a facilitar de un caso real, y con un pequeño ejercicio sobre ellos. Allá va:
El siguiente listado de incidentes se corresponde con las acciones llevadas a cabo por una persona menor de edad, y están ordenadas de manera secuencial (según se fueron produciendo). Tened en cuenta que, de los incidentes listados, el primero se registra aproximadamente a los 5 años, y el último, a los 12.
- Tira tomates y huevos desde un séptimo piso a los viandantes.
- Se lleva pequeños objetos de las casas de amigos de sus familiares.
- Hurta en una papelería.
- Se cuela en los trasteros de varios vecinos.
- Se cuela en casa de unos vecinos.
- Incita a otros menores de edad a acceder a espacios restringidos durante las reuniones de padres en el colegio (algunos peligrosos: salas de calderas, tejados…)
- Averigua como obtener una «llave maestra» que abre muchos trasteros de vecinos.
- Incita a otros menores de edad a colarse en los trasteros de los vecinos.
- Tira globos de agua congelados desde un noveno piso a un jardín (cerca pasan viandantes).
- Tira pequeños objetos desde un noveno piso a los viandantes.
Como veis, se puede observar una cierta «tendencia alcista» en las acciones (cada vez son más graves). A esto en Criminología le llamamos «escalada criminal», porque se va «de menos a más». En el caso que nos ocupa, no podemos hablar de criminalidad per se, pero sí podemos hablar de conductas claramente disruptivas.
Bien, ahora un pequeño ejercicio prospectivo-analítico para los criminólo@s que están leyendo esta entrada. Desde vuestro conocimiento (y sin mirar debajo de la nueva imagen de Gandalf para no hacer trampa), tratad de responder a las siguientes cuestiones:
- ¿Cómo creéis que se va a desarrollar esta persona en el futuro?
- ¿Qué probabilidades hay de que esa escalada se perpetúe hasta pasada la mayoría de edad? (tened en cuenta los años que lleva con esas conductas)
- ¿Cuál diríais que es su motivación? (para cada punto del listado)
- ¿Diríais que hay alguna característica que relaciona todos esos actos?
- ¿Podríais decir si es hombre o mujer? (esto es anecdótico, pero es un extra para quien quiera probar)
Tomaos en serio el ejercicio, que sino no tiene gracia.
Meto aquí una nueva imagen de Gandalf para separar, porque justo debajo os cuento cómo terminó el asunto y respondo a las preguntas que he propuesto.
Primero voy a responder en orden a las cuestiones del ejercicio:
- Esta persona se desarrolló dentro de la normalidad. El incidente de los pequeños objetos arrojados contra viandantes a los 12 años fue el último, porque hubo una medida de prevención primaria que detuvo el avance de la escalada (fue muy efectiva, luego os cuento).
- Pese a la cantidad de años de conductas disruptivas que acumulaba esta persona a sus espaldas, la entrada en la adolescencia no las encrudeció (todo lo contrario).
- Sobre las motivaciones voy a hablar largo y tendido ahora, porque tras entrevista mantenida con el sujeto de estudio, se obtuvieron las siguientes respuestas:
- Tiraba tomates y huevos a «los quinquis» (así denominaba a los adolescentes que se juntaban en la calle y armaban jaleo). La motivación era disuadirles de estar allí «porque eran gente que pintaba las paredes del edificio» (se refiere a los grafitis).
- El tema de los hurtos (tanto en casas de amigos de la familia, como en la papelería), venía motivado por la emoción de «coger algo sin que los mayores se dieran cuenta». No buscaba lucro ni le importaba el objeto. En la papelería hurta «cartitas» (papel de correspondencia perfumado), pero su madre lo descubre y hace que vaya a disculparse con la dependienta y a devolver todo. La vergüenza hace que no vuelva a hurtar nunca más (medida de prevención primaria que viene de una figura de autoridad, en este caso, materna).
- Ante el asunto de colarse en los trasteros de los vecinos y una de sus casas, alude a la motivación de «colarse por colarse», y «para ver si era capaz de hacerlo sin que me pillasen». No se produce ningún desperfecto; no hay motivación de provocar un daño económico ni personal.
- Las incitaciones a amigos y amigas para colarse en lugares restringidos, vienen motivadas por compartir la emoción con el grupo de iguales. Cabe destacar que no les incita nada más que a colarse, no dejando a nadie llevar a cabo otro tipo de acciones (es una figura instigadora pero pone límites).
- La motivación que lleva a obtener una llave maestra para los trasteros es «ver si era capaz de hacerlo, como un reto». El objeto en cuestión se guarda celosamente, no se presta a nadie «para que no lo use mal», y a su manera, parece ser un motivo de respeto entre los iguales.
- El tema de los globos de agua congelada es el más grave (a mi parecer). Está motivado por dos sucesos reales que el sujeto de estudio vió en la televisión (el asesinato de los Romanov, y los atentados de la banda terrorista ETA), y que distorsionó hasta convertirlos en un juego llamado «El asesinato de la familia real». El juego consiste en llenar varios globos de agua de diferentes colores y meterlos en el congelador para que se solidifiquen. Cada color representa a un miembro de una familia real imaginaria. Todos han sido secuestrados por una banda terrorista, que exige un rescate al Gobierno por cada uno de ellos, pero como no hay trato, van siendo «liquidados» uno a uno (cocinero, ama de llaves, y mayordomo incluidos). Los globos se tiran por la noche a un jardín que tiene una acera cerca, en el momento en que pasan peatones. La motivación era «que se asustasen por el ruido que hacían los globos al estrellarse», ya que en el imaginario del sujeto de estudio, esto representa la alarma social («la gente se horroriza ante lo que está pasando y el Gobierno no hace nada»).
- El último incidente que se produce, consiste en tirar botones que saca del costurero de su abuela (pequeños objetos) a los viandantes. Preguntado por su motivación, el sujeto de estudio dice que lo hacía «sin tirar a dar; era para ver su reacción».
- La característica que une esos sucesos es, en mi opinión, la falta de prevención primaria dirigida. Recordemos que el sujeto de estudio sí tiene figuras de autoridad respetadas, ya que con un simple acto, su madre «frena» inmediatamente el impulso de coger cosas que no le pertenecen. Yo ahí veo que la prevención con esta persona funciona, pero en el otro tipo de «actividades», campa a sus anchas porque no se descubre lo que hace, y por lo tanto, no existe contención en forma de reprimenda o castigo (no hay prevención primaria posible porque se desconoce lo que está sucediendo con esta persona).
- Ya os aclaro que se trata de una mujer, y que soy yo… ¿Cómo os habéis quedado?
Quizá algun@ ya viera venir que el sujeto de estudio era yo en mi «tierna infancia», pero por si alguien se lo está preguntando: sí, una persona así puede llegar a ser criminólogo.
Bromas aparte (aunque lo peor de todo, es que lo que cuento no es broma), ahora os voy a contar cual fue esa medida de prevención primaria tan efectiva que le hizo dar un giro de 180º a mi conducta.
Una noche, tirando botones desde la terraza de casa de mis abuelos (noveno piso), se acercó un buen ciudadano al portal, y yo pensé <<esta es la mía>>; acto seguido le lancé cuatro botones; ni más ni menos. Ya dicen que «la curiosidad mató al gato», y como me moría de ganas de ver si estaba mirando hacia arriba o qué, me asomé… ¡en muy mal momento! porque efectivamente, estaba mirando, y aunque estaba oscuro, me vio. Me metí para casa corriendo y no se volvió a saber… hasta la mañana siguiente.
Mi abuelo me mandó a comprar el pan y me dijo que, al regresar, mirase si había cartas en el buzón. Sin embargo, cuando lo abrí, no fueron cartas lo que encontré (ni siquiera publicidad), sino cuatro botones. Imaginad mi cara de asombro.
Aquél buen hombre al que yo había bombardeado vilmente con botones la noche anterior, se tomó la molestia de recuperarlos, buscar el piso desde el que yo me había asomado, y devolvérmelos. Solo que para mí ya no eran simples botones: eran la prueba de que ahí fuera, hay personajes anónimos, que sin buscar ningún tipo de beneficio personal, y sin necesidad de recurrir a una confrontación, son capaces de dar lecciones inolvidables.
Aquello me impactó tanto, que no solo no volví a «hacer de las mías», sino que «el señor de los botones» se convirtió en un referente inesperado para mí.
A modo de reflexión me gustaría decir que, a veces, la prevención primaria proviene de actos que a priori parecen demasiado simples como para tener un verdadero calado. Esto no quiere decir en absoluto que la prevención primaria desde un punto de vista criminológico no deba ser diseñada con esmero, pero es un recordatorio que nos puede guiar a la hora de proponer políticas preventivas: las lecciones de humildad creativas e inesperadas, pueden tener una profunda influencia en las personas, sobretodo las más jóvenes; yo diría que mucho más que las políticas preventivas diseñadas desde el cuñadismo.
Ahora, respecto a todo lo que he contado… tengo que admitir que me daba un poco de apuro escribir esta entrada, pero no soy el tipo de persona, ni el tipo de profesional, que expone un caso real, aún manteniendo el anonimato del sujeto en cuestión. Así que no me ha quedado más remedio que acudir «a mi historial», que puedo asegurar que es extenso, porque algunas de las cosas que he comentado en este artículo, no las hice una única vez. Supongo que puedo estar tranquila, porque trastadas hemos hechos tod@s (mejores y peores, eso sí).
Tened en cuenta que con este artículo pretendo haceros reflexionar sobre la prevención primaria (es una manera atípica, ya lo sé), y que en ningún momento he pretendido ofender a alguien, ni incitar a imitar ninguno de mis comportamientos. ¿Si me arrepiento de las cosas que hice? Claro, y en especial del tema de los globos de agua, porque pudo pasar una desgracia. También es verdad que lo que hice, lo hice por ignorante (¿os acordáis de que Sócrates decía que el hombre era malo por ignorancia? Pues eso).
Aunque hay una cosa que sigue vigente, y que afortunadamente se ha transformado en algo positivo: mi interés general por las medidas de seguridad (tanto físicas como lógicas). A lo mejor esto no es fácil de ver en los comportamientos y motivaciones expuestos, pero si os fijáis en las frases «colarme por colarme», «ver si era capaz de…», «…era como un reto», se intuyen una serie características relacionadas con la ciberseguridad. Ahora estoy trabajando en ese ámbito; ando aprendiendo programación desde hace un par de años, y quiero saber más sobre hacking ético, porque es algo que me ha llamado la atención desde principios de los 2000 (os animo a conocer la verdadera motivación del hacker, y pensar en el término «hacker de trasteros»; tiene todo el sentido).
Y vosotr@s, ¿podéis utilizar la Criminología para detectar conductas disruptivas en vuestra infancia y adolescencia? ¿Se os ocurren maneras de usar la prevención primaria para acabar con ellas? Considero que este es un ejercicio fantástico para mejorar a la hora de proponer medidas de prevención primaria. Ya sabéis, todos podemos ser sujetos de estudio.
Quiero dedicarle este artículo a «el señor de los botones». No sé cual era su aspecto, ni cómo se ganaba la vida, ni qué edad tenía… Ni siquiera sé si sigue vivo, pero nada de eso importa. Me gustaría darle las gracias.
Muy bueno, parecía una película de Shyamalan.
La verdad es que de él solo he visto ‘El sexto sentido’ 😉 ¡Gracias por el comentario!